-Mira y llora: seis, siete, ocho, nueve y diez, diamantes. – sonrío. Y Vladi sonríe más, y extiende sus cartas:

     -Pues yo tengo el once, doce, trece, catorce y quince.

    -¡Chupasangres tramposo! – grito, y Frankenstein y ZombiD me secundan.

    -¡Como la otra vez, que intentó hacer pasar CINCO ases!

    -Drácula, otra así, y te ahogamos en una perola de sopa de ajo, ¿estamos?!

    -¿Amenazas a mí? ¿Al Príncipe de la Oscuridad? ¡Que os dejo con menos sangre que un ladrillo…!

       Bueno… eso fue anoche, mientras hacíamos nuestra partidita de póker de los viernes, y es que sería difícil encontrar a alguien más tramposo Vlad Tsepes, Drácula o Vladi para los amigos. Es cierto que el cine es todo trampa y cartón, y muchas historias tratan acerca de estafas, timos y tramposos, y hoy vamos a ocuparnos de una tan especial, que involucra al espectador mismo: El Golpe.





  

   

La película da comienzo en los Terribles Años Treinta. La bolsa había caído, la Gran Depresión extendía sus tentáculos por todo un país en el que un huevo podía llegar a costar diez dólares, mientras toneladas de alimentos se pudrían en los muelles. Los hombres hacían cola para intentar conseguir un empleo remunerado o una comida de caridad, y muchas personas decentes se pasaron al otro lado a la búsqueda de algo tan sencillo como pan, volviendo la espalda a un sistema económico que les dejaba fuera y condenaba a morir de hambre si seguían la legalidad. No obstante, comida y trabajo no era lo único que escaseaba… el alcohol, también lo hacía debido a la Ley Seca, y aquélla ley que buscaba la abstinencia, creó más alcohólicos que una destilería regalando wiskhy de a euro la cucharadita, y asimismo hizo prosperar fantásticamente a la Mafia, que con el licor y el juego convirtió a los gangsters en los nuevos millonarios. A una sucursal de uno de esos gangsters, llega Batola, un correo de medio pelo (no, no es que sea calvo, es sólo que el pobre es bastante tontuelo) a coger la recaudación semanal para llevarla con él a la estación. Al salir, ya con la pasta, presencia una persecución; un atracador acaba de dar un navajazo a un hombre negro de edad avanzada y éste le grita que por favor le detenga. Batola y un joven desconocido se enfrentan al atracador y recuperan el dinero del anciano, que se trata de una enorme cantidad.


    El anciano, puesto que no puede andar por la herida recibida, les explica que sirve de correo para una pequeña banda y si se retrasa en el pago, le matarán, de modo que les suplica que lo entreguen por él. El desconocido se niega a ello, pero Batola acepta. El joven le dice que no recorrerá ni diez metros en ese barrio llevando semejante pasta encima, se la pide y le pregunta si no tiene más, que lo meta todo en el mismo paquete si no quiere que le roben, de modo que Batola le entrega su propio sobre. El joven esconde el dinero en su bragueta diciéndole que se lo camufle ahí, saca de nuevo el paquete y lo guarda en el pantalón del propio Batola. Éste, creyéndose muy astuto, coge un taxi y sale en dirección contraria, pensando que se ha quedado con el dinero del anciano, pero se lleva una desagradable sorpresa cuando toma el paquete del pantalón y ve que éste sólo contiene papeles.



    Johnny Hooker (el joven, Robert Redford) y Luther Coleman (el anciano negro) corren alejándose del lugar, y descubren que el botín era muchísimo más jugoso de lo que pensaban. Esa noche, al repartirlo junto con el tercero del trío (el falso atracador), Luther asegura que se retira del timo. Johnny no acaba de verlo bien, pero entiende que su compañero es mayor, tiene esposa y cuatro hijos… Desgraciadamente, Luther no podrá gozar gran cosa de su jubilación.



     Cuando Doyle Lonnegan, el gangster que no ha recibido el dinero de Batola se entere que uno de sus correos ha sido timado, tomará medidas severas contra el correo y el timador. Luther es asesinado, y Johnny y su compañero escapan por pura suerte. Johnny desea vengar la muerte de su amigo y mentor, y para ello, piensa que la mejor manera es timarle una buena cifra al propio Lonnegan, pero es algo que no puede hacer solo, de modo que va a buscar al primer discípulo de Luther, Henry Godorff (Paul Newman), a quien él no conoce personalmente y tiene como a un dios, para que le ayude.




     El golpe fue rodada poco después de la celebrada Dos hombres y un destino, que también juntó a Redford y Newman, en el año 1973. Era la década de la música disco, aunque ésta aún estaba despertando, de la normalización de la mujer trabajadora y de cierta indolencia sexual y relajamiento moral. Los timadores y golfos, los maleantes, cobraron cierto romanticismo en una época en la que el gobierno había sufrido el duro golpe del escándalo Watergate. Los estadounidenses, tan íntegros y moralistas, siempre habían hecho ganar a los buenos y habían pensado que sus presidentes eran todos Abraham Lincoln o George Washington; el pescar a uno mintiendo, por más que dimitiese, supuso una decepción para ellos, y pensaron que si el gobierno no daba buen ejemplo, era lícito que en alguna ocasión, unos desheredados tuvieran derecho a cometer un timo y no estar en el lado de los malos castigados o sufrir alguna que otra baja (en la cinta de ladrones La cuadrilla de los once (Ocean´s Eleven ya estaba inventada), alguno de los ladrones del grupo sufre las consecuencias de sus actos. En El día de los tramposos, por más que esté rodada en clave de humor, el criminal no gana… etc.)





     En España, la percepción del timo y la estafa son muy diferentes, la picaresca tiene hondísimas raíces en nuestro país, antes incluso del Lazarillo de Tormes. Cinematográficamente hablando, por más que fuera preciso que los criminales, aún simpáticos, nunca ganasen (en la película La pandilla de los once, creada para parodiar “La cuadrilla…” mencionada más arriba, en un principio se pensaba hacerla terminar con el éxito del robo planeado. La censura impidió ese final y hubo que modificar el guión para poder estrenarla), no era la primera vez ni sería la última que veíamos a granujas y timadores en la pantalla. La injustamente poco valorada actualmente Los tramposos nos mostró a Tony Leblanc y Antonio Ozores dando timos similares, entre ellos el famoso de la estampita, timo del cual diría también Lina Morgan (al darlo ella en La llamaban la madrina) que “en él se demuestra que tan sinvergüenza es el timador, como el timado”. Y tiene razón.

    El Golpe ganó nada menos que ocho Oscars, entre ellos el codiciado galardón de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Banda Sonora. Todos ellos merecidos; si no la habéis visto aún, no cuento nada más, sólo un pequeño consejo: no os creáis nada.



“¡Madre! ¡Hay sangre, madre! ¡Sangre!” Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.