Mientras tarareo al compás del Tocata y Fuga en Re Menor, podéis oler un inusual aroma dulce en mi mazmorra. Freddy Krueger, el Tiíto Creepy, Jason y yo misma estamos equipados de delantales y cocinamos tartas y pastelotes en cadena: Jason corta los ingredientes, yo pongo la masa y la crema, el Tiíto Creepy añade las frutas y el chocolate, y Freddy se encarga de cerrar el pastel, recortar y adornar la capa, ¡al horno! Esto de tener un pequeño dragón en casa es un ahorro de locura para usar el horno, pero lo que no gastas en electricidad ni gas, se te va en comida: o lo alimentas bien, o se te come lo que metes al horno.... Es cierto que la Noche de Halloween propiamente dicha ya ha pasado, pero aquí, en las Montañas Oscuras, donde se ubica mi mazmorra, la excusa de Halloween se alarga todo el fin de semana, por que una oportunidad para estar de cuchipanda y hartarse a comer dulces no se presenta todos los días. Y aquí si no hay trato, no queréis saber cómo puede ser el truco... En fin, con tres estanterías llenas, creo que ya tenemos suficientes para afrontar la tarde, y después de besar la frente de Jason, abrazar al Tiíto Creepy y darle un cariñoso azotito a Freddy, puedo sacudirme las manos en el delantal y ponerlas a la obra de una nueva recomendación cinematográfica, que no podía ser otra en la fecha que nos ocupa: Arsénico por compasión. 






La acción se sitúa en el neoyorkino barrio de Brooklyn, precisamente en el día de Halloween, un día en el que “todo es posible”. Y para que nos demos cuenta de hasta donde alcanza esa posibilidad, un crítico teatral que ha escrito más de cuatro millones de palabras en contra del matrimonio, resulta que se casa. Ese crítico teatral, conocido como Mortimer Brewster (y que no es otro que el encantador Cary Grant. Era tan guapo que me gustaba HASTA A MÍ. Baste con eso), vence todos sus escrúpulos antimatrimoniales por la única razón posible: por amor, y no contento con eso, ha preparado ya el viaje de bodas más clásico-casposo, a las cataratas del Niágara. Pero antes de eso, tienen que decirle a sus familiares que se han casado, y se dirigen a la dulce urbanización de casitas coloniales donde viven el reverendo, padre de Elaine (la novia) y las encantadoras tías de Mortimer, Tía Marta y Tía Abby.



En la casita de las tías se encuentra precisamente el reverendo, así como el segundo sobrino de las mismas, Teddy Brewster, quien se toma por el presidente Teddy Roosevelt y actúa como tal. Sus tías le quieren tanto que le hacen sentir apoyado en su locura y le consienten cariñosamente todos los caprichos, dado que Teddy no es absoluto un loco violento. A la casa llegan también dos policías, para recoger los juguetes que las hermanas Brewster reparan para los niños huérfanos, y ya que están allí, la tía Abby les ofrece también un poco de caldo para que uno de ellos lo lleve a su mujer, que se encuentra un poco desmejorada. “Señores, si yo sé lo que es la bondad y el más absoluto desprendimiento, es por que he conocido a las hermanas Brewster”, dice el reverendo, y no le falta razón. 







Cuando poco después Mortimer llega a casa a comunicar las nupcias, sus tías nos hacen saber que ellas ya habían adivinado que él y Elaine se gustaban y que la cosa no les pilla de nuevas, y empiezan a preparar una pequeña fiesta "en realidad está todo preparado desde el día que conociste a Elaine", dicen. Y mientras Mortimer busca las notas de su último libro, abre el arcón de debajo de la ventana y... y lo que era una dulce comedia cambia a comedia negra en 0.2 segundos. Seguro que todos suponéis qué ha encontrado dentro del arcón, pero ese, no va a ser más que el principio de los problemas de Mortimer y de una Noche de Brujas espeluznantemente divertida, de la que no cuento más. Si queréis saber quién es el causante de lo que hay en el interior de arcón y por qué, tenéis que ver la peli que, os lo aseguro, merece la pena. 




Arsénico por compasión o Arsenic and old lace en el título original, fue dirigida por Frank Capra en 1944 y hasta la fecha, no ha dejado de generar risas y cifras. Basada en la obra teatral Cadáveres en nuestra bodega, fue llevaba a Broadway en 1939 y se reestrena cada cierto tiempo. Está considerada un clásico imprescindible de la comedia y el propio Cary Grant afirmó que fue el papel de su carrera que más disfrutó. Mucho antes de que Jim Carrey hiciera muecas en la comedia, Cary Grant nos mostró un rosario de expresiones, pasando del pánico al estupor, al alivio, a la indiferencia y al amor, y todo ello en lapso de segundos.



No obstante, no es el único que destaca en la pantalla. Las encantadoras tías de Mortimer (Josephine Hull y Jean Adair) son la viva imagen de la dulzura y la bondad, no importa lo que suceda. Y no podemos olvidar el destacadísimo papel de Peter Lorre como dr. Einstein y su aspecto de ratoncito, aunque sepamos que es un villano. 




Arsénico por compasión es una cinta de comedia negra divertidísima y llena de momentos irrepetibles tanto de efecto como de guión, en la que vemos cómo la locura y la bondad pueden darse la mano de una forma tan tenebrosa como tierna. Impagable Mortimer hablando con su mujer: “Elaine, cariño, pero si yo no te estoy echando, ¡¿quieres irte ya de una vez?!”, o el taxista esperando toda la tarde frente a la puerta y aprovechando cada salida de Mortimer de la casa para informarle de lo que está subiendo el taxímetro, o Teddy gritando “¡Caaaaaaaaaarguen!” cada vez que sube las escaleras, porque piensa que está tomando la colina de San Juan... muy buena para ver con niños o hermanos pequeños... o con padres o abuelos, frente a una buena taza de chocolate caliente.



“¿Sabes, Ray? Te estoy hablando de la cámara de gas y ni siquiera me has preguntado de qué se te acusa. Llevas la palabra “culpable” escrita en la frente”. Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.