-¡Te digo que ese título está usado!

 -¿Pero cómo va a estar usado…?

-“Memorias de un amante sarnoso”, está usado, si lo sabré yo. Puedes probar con “Noches de amor y necrofilia”, por ejemplo… 

-¡Pero no es exacto! 

-¡Bueno, y “sarnoso” tampoco es tu caso, la diñaste de una piña con la moto…! 

-No sé, no sé… 
 
-Bueno, mira, quédate a escuchar mi sección de hoy, y luego, vemos ese título, ¿hace? - ZombieD asiente con la cabeza mientras mira gravemente la vetusta máquina de escribir en la que intenta narrar sus memorias. Yo os saludo calurosamente una vez más, tomad asiento alrededor de la chimenea, que ya está empezando a apretar el frío. Hoy, por una vez, no tengo puesto el Tocata y Fuga, sino que oís la poderosa voz de Pavarotti cantando Vesti la giubba, una pieza de la ópera Pagliacci. Y precisamente de ópera, vamos a tratar hoy. Una noche en la ópera.



 

   
La acción toma comienzo en un lujoso restaurante, donde una señorona espera a su acompañante, quien llega tarde. La mujer, la sra. Clayfool pide a un botones que compruebe si éste, el sr. Ottis B. Driftwood está por allí, y el chico se pone a preguntar por él. Y Driftwood, sentado justo a la espalda de la señora, le recrimina al botones que no ande gritando su nombre por todo el comedor, que él no grita el suyo. Si esto os parece surrealista, no habéis visto nada. En pocos segundos, Driftwood le endosa la cuenta a la otra mujer con la que cenaba, se dispone a cenar con la Clayfool, o si no desayunar, le pregunta al camarero si tiene un cerdito de leche, y ya que lo tiene, que lo exprima y le traiga la leche en un vaso. Driftwood, encarnado por Julius Henry Marx, más conocido como Groucho Marx, es empleado de la sra. Clayfool, en concreto para presentarla en sociedad, pero por el momento, se ha limitado a cobrar su sueldo sin progreso alguno. Pero Driftwood la ha citado allí precisamente para encontrarse con Gottlieb, director de la Nueva Compañía de Ópera. En nombre de la sra. Clayfool, Driftwood ha hecho una generosísima donación, lo que la convierte en la nueva mecenas: “así entrará en sociedad, se podrá casar conmigo y la echarán de la sociedad. Total, lo que habrá perdido serán unos cuantos dólares”.




"¿Me sigue usted? Pues deje de hacerlo o llamaré a la policía"
    
En la ópera, conocemos al tenor Rodolfo Lasparri, un villano con más soberbia que talento, que tiene a su servicio al bueno de Tomás (Harpo Marx), a quien sacude constantemente, pero Tomás no vive triste por ello, tiene buenos amigos, sobre todo Fiorello (Chico Marx), y a Ricardo Baroni, un joven corista que canta mucho mejor que Lasparri, cosa que el público no sabe, y Rosa, la prima donna de quien está enamorado Ricardo. Ella también le ama a él, pero Lasparri también bebe los vientos por ella. Para la Nueva Compañía de Ópera, Gottlieb decide contratar a Lasparri, pero Driftwood no está dispuesto a pagar los 1000 dólares por noche y decide meter mano en el asunto. Así habla con Fiorello, quien dice ser el representante “del tenor más grande del mundo”. Claro, él se refiere a Baroni, no a Lasparri. Sea como sea, el equívoco da lugar a uno de los “diálogos para besugos” más famosos y divertidos de la historia del cine:




     Bien, ya embarcados para Nueva York, Baroni no quiere dejar de ver a Rosa y se mete como polizón en el baúl de equipajes de Driftwood, junto con Tomás y Fiorello. La escena del camarote es algo que hay que ver, no puede contarse. Y más o menos eso es lo que sucede con todas las secuencias, es preciso verlas. 



      Estrenada en 1935 por la Metro Goldwyn Mayer, Una noche en la ópera es una cinta divertidísima, un clásico imperdible del cine. Pertenece en concreto a la segunda época de los Marx, de donde salieron sus mejores películas, como la presente, Una noche en Casablanca, Una tarde en el circo o Un día en las carreras. En su primera época, donde se sitúan cintas como Los cuatro cocos o Sopa de ganso, sus películas eran enteramente de humor sin “moraleja” alguna, y en muchas ocasiones con un argumento que sólo servía para enlazar los gags. La crítica se cebó con ellos, diciendo que eran un entretenimiento pueril y sinsentido, que sus cintas no alcanzarían la posteridad (“¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?” G. Marx), y que los personajes Marx eran egoístas y cínicos, que jamás ayudaban a nadie y sólo se movían por el interés. De modo que se pasaron a otro tipo de guiones en los que, sin perder la comicidad y el absurdo, sí tuviesen algo más de interés y se contase una historia. 



    El esquema de “tres locuelos haciendo de las suyas mientras una pareja de enamorados necesita ayuda y se la prestan” fue muy bien y se repitió en las siguientes películas. En esta segunda etapa, Zeppo, el cuarto hermano y más anodino de todos, desapareció de la escena, pero continuó trabajando para el grupo, ejerciendo de representante de sus hermanos, mientras duró su carrera. Cuando el cine dejó de ser un negocio para los hermanos Marx, cada uno de ellos siguió carreras diferentes. En el caso de Chico, siguió con mucho interés todas las carreras (pista: era ludópata). Groucho por su parte, además de tener periódicas intervenciones en televisión, radio y algunos teatros, se dedicó también a escribir, en algunos casos, en colaboración con sus hermanos. 

     Una noche en la ópera es una cinta que jamás pasa de moda. Su comicidad es inmortal y ha servido de base para muchas otras cintas u obras teatrales. En especial, yo no puedo olvidar la sección “Diálogo para besugos”, de Armando Matías Guiu, que aparecía en la revista Mortadelo, durante la primera mitad de la década de los ochenta. Y cómo olvidar la serie Grouñidos en el desierto, de Ventura y Nieto que nació en 1979,y aún se sigue editando en la revista semanal El Jueves.

     “De todos los cafés del mundo, aparece en el mío” Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.