“Queridos Reyes Magos: como éste año me he portado muy bien, me gustaría pedir un par de cosillas sin importancia, a saber: un par de cabezas reducidas, el juego de Química recreativa del Profesor Bacterio, el juego de Mecánica astroespacial del Doctor Zarkoff, una cría de cocodrilo para el foso, un cachorro de lobo, un disco de Motörhead (en vinilo, por favor.), otro de Serge Gainsbourg (también en vinilo, por favor),  Scalextric en Transilvania con los cochecitos de serie, libros de terror, Mitos de Chtullu, una bomba atómica de bolsillo, un huevo de Alien (fecundado, por favor), una cabeza zombi conservada en formol, velas negras que lloran sangre, una silla eléctrica de cocina, un generador de tormentas particular, un …” ¿Será mucho pedir el Necronomicón? Llevo tres años pidiéndolo, pero no me lo traen nunca, y mira que soy buena… En fin, ya terminaré mi carta a los Reyes más tarde; bienvenidos una vez más a mi modesta mazmorra y a mi sección, Cine que sólo se ve en Navidad, en la cual, por primera vez y sin que sirva de precedente, vamos a hacer un doblete o sesión doble: Sólo en casa 1 y 2.



   
  Los años ochenta parecían locos hasta que entramos en la década de los noventa. Entonces, parecieron cándidos. Con los noventa, llegaron muchos cambios en la forma de vivir, pensar, y por ende, de hacer cine. Hasta entonces, las películas “de niños” (protagonizadas por éstos) habían puesto primero a los infantes como seres inocentes y puros durante la época de Shirley Temple. Más tarde, como encantadores traviesos o aventureros en cintas como Los niños de agua (no la busquéis. Es la definición de cursilonería), pero en Solo en casa fue la primera vez que nos retrataron como criaturas que podían ser peligrosas como un saco de bombas (hablo del cine de humor. Obviamente en cintas como La profecía o El señor de las moscas, también había que echar de comer aparte a los niños, pero por otras razones). Los niños ya no éramos esa "gente menuda" que tenía que estar a todo lo que dijeran los adultos y dejarse llevar por las circunstancias; teníamos derechos (y deberes también, naturalmente), y lo que en el pasado era "si hablas cuando no debes te estampo contra la pared", se estaba empezando a volver "si me apetece tirar la sopa contra el suelo, lo haré, y si me tocas te denuncio".


    La primera cinta comienza al inicio de las vacaciones de Navidad, donde los McAllister están a punto de salir de viaje a Francia. La casa, llena de los hermanos y primos de la familia, es un hervidero de chiquillos, y nadie presta demasiada atención al más pequeño de todos, Kevin, si no es para regañarle o decirle que molesta o que es un inútil. Sus padres están medio locos con “tanto niño suelto”, sus tíos critican su educación y sus hermanos mayores gustan de sentirse mayores haciéndole ver lo pequeño que es y lo tonto que es precisamente por ese motivo. Kevin está más que harto de ser el blanco de todos por su corta edad y siente que, mientras que todos sus hermanos hacen piña entre ellos y los adultos hacen lo propio, él está solo y nadie le quiere a su lado. 

    Poco antes de la cena, llega un policía a asegurarse de qué medidas de seguridad toman durante las vacaciones, y la madre naturalmente confía en él y se lo cuenta todo. Por lo visto, eso es algo común en Norteamérica; en mi casa llega a presentarse alguien vestido de madero a preguntar qué medidas de seguridad tenemos y mi santo padre le hubiera sacado la escopeta de caza diciendo “ésta”, y habría disparado. El que quiera saber, poquito y equivocado. 

    Bien, el caso es que durante la cena, Kevin se enfada con su hermano mayor y le sacude un empujón que organiza un lío bastante decente, lío con el que carga él, y que motiva que le castiguen a dormir en el desván. En su injusto castigo, encerrado en el desván, Kevin formula un deseo: “Ojalá desaparecierais todos”. A la mañana siguiente, los McAllister no se despiertan a la hora que debían y eso supone salir de casa a toda velocidad, y accidentalmente… se olvidan que Kevin estaba en el desván, y se marchan sin él. 

    Cuando Kevin se despierta, descubre que su familia no está y queda convencido que su deseo se ha
hecho realidad, de modo que empieza a pasarlo en grande y a hacer todo lo que habitualmente le prohíben, sin temor a que nadie se lo impida o le castigue por ello. No obstante, su tranquilidad se ve mermada con la aparición de Harry y Marvin (Joe Pesci y Daniel Stern respectivamente), dos cacos que se dedican a limpiar las casas que han quedado vacías en Navidad. En un principio, Marvin piensa que la casa de los McAllister no está vacía dado que el niño está en ella, pero Harry, bastante más listo, se da cuenta que el pequeño “Está solo en casa”.

    Kevin sabe que los cacos piensan venir a por él y a robar, pero a diferencia de lo que sería esperable, el niño no se asusta por ello, sino que prepara un plan de acción digno del general Patton para recibir a sus atacantes, convirtiendo su casa en una trampa tras otra. Estamos en una cinta de comedia y los golpes son similares a los dibujos animados, pero un grado más, y podría perfectamente ser terror. 

     La cinta tuvo tanto éxito que el año siguiente se estrenó la secuela, en la cual los numerosos McAllister piensan ir a Hawaii a pasar la Navidad, cosa que no es del agrado de Kevin. Un nuevo altercado con su hermano produce un castigo, pero en ésta ocasión, el pequeño no es olvidado, sino que se distrae en el aeropuerto, y sigue a un hombre que, de espaldas, es igual que su padre, y se monta por error en otro avión que va nada menos que a Nueva York. Kevin, que lleva la bolsa de su padre con su dinero y tarjetas, lo pasa en grande en la Gran Manzana y se aloja nada menos que en el Waldorf-Astoria. Todo podría ir muy bien de no ser porque Harry y Marvin se han fugado de prisión 
 y dan con él, y pretenden ajustar las cuentas de las navidades pasadas. Eso sí, el toque de la cinta se
lo lleva de calle el injustamente poco reconocido Tim Curry como recepcionista del hotel.


     Macaulay Culkin, el pequeño Kevin, ganó el premio American Comedy por su papel en la primera entrega y se convirtió en estrella de la noche al día. Su padre ya le había hecho intervenir en papeles pequeños en cintas como Solos con nuestro tío; Tú, yo y mamá… pero era la primera vez que tenía el papel principal, y enamoró al público, lo que se tradujo en que fue explotado como un fulminante durante los años siguientes, tanto en comedia como en otros géneros; Mano a mano con papá (con Ted Danson) o El buen hijo (con Frod… con Elijah Wood), fueron algunos de los títulos con los que se intentó repetir el éxito que nunca regresó. Como sucede a muchos niños superestrellas, apenas Culkin creció, dejó de interesar al público y se convirtió en un paria. Se casó a los diecisiete años y se divorció apenas un año más tarde; tuvo que aguantar que sus padres le usaran como moneda de cambio en su divorcio, y no por cariño, sino por echar mano a los dividendos que generaba su imagen…

    Solo en casa, es una cinta familiar muy divertida e ideal para ver con niños, a quienes debemos enseñar no sólo que no abran la puerta a desconocidos… sino que ser un niño actor, no es el destino más deseable.