-…¡Oh! ¡Y ahora viene lo mejor, se puede ver el desdoblamiento fanta-realidad, porque aquĆ­ comienza una parte en la que la pelĆ­cula se escinde y ya no sabemos con exactitud si el niƱo o sus padres estĆ”n realmente vivos o no, y presenta una interesantĆ­sima incĆ³gnita acerca de la realidad, y ademĆ”s nos lleva al eterno debate de “quiĆ©n es el verdadero monstruo”, porque a fin de cuentas, quien descarga el golpe con el hacha, no es la criatura! ¡Vais a ver, mirad, mi…! ¡¿Pero bueno, no podĆ©is dejar eso para luego, caray?! – ZombiD y yo nos separamos a toda velocidad. – LĆ­mpiate esa porquerĆ­a de la boca, pareces una ciruela pasada. – Le reprocha a ZombiD, porque tiene toda la cara, y un grueso cerco alrededor de la boca de mi brillo de labios de mora.

    -Lo siento, TiĆ­to Creepy. – Me disculpo e intento aparentar apuro, pero lo cierto es que la pelĆ­cula de terror giallo que nos ha puesto para analizar es bastante pesada, y, bueno,… En fin, mientras ZombiD termina de limpiarse sin dejar de sonreĆ­rme y el muy paciente TiĆ­to Creepy vuelve a su debate sobre la pelĆ­cula, yo no puedo sacarme de la cabeza los besos de ZombiD, de modo que lo aprovecharĆ© para tratar un tema mucho mĆ”s agradable que el terror de casquerĆ­a. Diez besos inolvidables de la Historia del Cine. 



     FĆ­jense mis lectores que no he dicho “los diez mejores besos”, porque siempre he pensado que eso de “mejores” es algo que depende, y mucho, de los gustos de cada quien y como los mĆ­os son tan especiales, serĆ” mejor que intente ser lo mĆ”s imparcial posible, y citarĆ© aquĆ©llos que puedan parecer mejores o peores, pero que por unas u otras razones, son realmente memorables. Y ahora, como dijo Juanma Iturriaga “Iremos de arriba abajo, no por razĆ³n alguna, sino porque nos apetece”:

10.  ¿QuiĆ©n dijo que en el cine de acciĆ³n, no hay romanticismo? AquĆ­ nos encontramos en una cinta futurista cuyo tĆ­tulo ya denotaba que no nos Ć­bamos a encontrar ningĆŗn monĆ³logo shakespeariano, Demolition man. En ese hipotĆ©tico y poco utĆ³pico futuro, las relaciones carnales o “actividades de intercambio de fluĆ­dos”  han sido desterradas por insalubres y sustituidas por realidad virtual. O sea, como jugar al pong en lugar de al tenis: no hay contacto carnal, pero tampoco te tienes que depilar. Una birria, vaya. Bien, allĆ­ llegĆ³ nuestro Stallone calzĆ”ndose las botas del policĆ­a John Spartan e hizo que la agente Lenina Huxley (Sandra Bullock), no sĆ³lo se replantease el asco que le daba el intercambio de fluĆ­dos, sino que se derritiĆ³ de la gorra a las botas. 



9.    Si existe un clĆ”sico moderno por excelencia, es Indiana Jones en busca del Arca Perdida. Spielberg dio en el blanco con la magia que le caracteriza y que explotĆ³ tan bien durante casi dos dĆ©cadas, al dar a todo el pĆŗblico algo Ćŗnico: a los mayores de treinta, les dio algo que llevaban casi veinte aƱos sin ver, y era cine de aventuras. Y a los menores de treinta, les dio algo que no habĆ­an visto nunca, y era cine de aventuras. Madres e hijas por igual se enamoraron de Indiana Jones y la escena del beso con Marion no pudo ser mĆ”s hilarantemente tierna con su “¡Por Dios, Indy, ¿dĆ³nde NO te duele?!”. Toques como ese, hacen de una pelĆ­cula, una genialidad, y de una escena de amor, algo completamente natural y que goza de romanticismo sin caer en lo empalagoso o ridĆ­culo. 



8.  Antes del color, e incluso antes del sonido, los actores ya se besaban, si bien de una manera bastante mĆ”s cĆ”ndida que ahora, que consistĆ­a simplemente en dejar que los labios se tocaran y ya estĆ”. Sin embargo, aĆŗn dentro de esa candidez, hubo un actor que dotĆ³ por primera vez de picaresca a un beso, y fue nada menos que el “eterno clown”, Charlie Chaplin, en La quimera del oro. Cuando a Ć©l y a su chica, la dulce Georgia Hale, de casualidad se reencuentran, un fotĆ³grafo insiste en tomarles una foto. Los protagonistas se miran… se sonrĆ­en… y antes de que nos demos cuenta, se estĆ”n besando, ante la rabia del fotĆ³grafo, que se queja de que le han estropeado la foto, mientras Chaplin le hace un gesto de desdĆ©n con la mano. Ternura y un ligerĆ­simo erotismo comparten una escena llena por igual de dulzura y picardĆ­a.



7. No sĆ³lo los actores de carne y hueso, ni sĆ³lo los humanos se besan. En el aƱo 1955, Walt Disney nos informĆ³ que habĆ­a una sola cosa en el mundo que el dinero, jamĆ”s podrĆ­a comprar, y era el movimiento de la cola de un perro. En la maravillosa La Dama y el Vagabundo, Disney nos ofreciĆ³ una sentida historia de amor entre una perra de buena familia, formal y fiel a sus amos, y un perro correcalles que disfrutaba siendo simpĆ”tico cada dĆ­a con una familia diferente y sacando partido tanto de ellas, como de las quinientas novias caninas que tenĆ­a. Para la posteridad quedĆ³ su cena a base de spaghetti en la trastienda del Ristorante de Tony y la preciosa balada Bella Notte.




6.  Particularmente, las comedias romĆ”nticas no son santo de mi devociĆ³n, mucha parte cĆ³mica han de tener para que yo consienta con el romanticismo, parte que suelo encontrar artificiosa, relamida y cursi. Bien, la excepciĆ³n fue Usted primero, cinta francesa del aƱo 2003, protagonizada por Daniel Auteuil (el de Salir del armario, recordadme que os hable de Ć©sta peli en invierno), JosĆ© GarcĆ­a y Sandrine Kiberlain. Dejando aparte la innegable comicidad de la cinta y el descaro de la historia, el romanticismo es sustituido por algo tan natural como un proceso de enamoramiento, si bien no completamente voluntario, de modo que cuando para disimular, los protagonistas tienen forzosamente que besarse, el beso empieza como algo mecĆ”nico para pasar a algo apasionadamente incontrolado pocos segundos mĆ”s tarde, y casi enseguida a un acontecimiento en el que los dos se recrean y saborean. Si os encontrĆ”is con un beso mĆ”s largo y apasionado que Ć©ste y no lo dan los villanos, es que estĆ”is viendo una porno. (SĆ© franca, Dita. Parte de la decisiĆ³n de meter este beso, se ha visto condicionada por que el Auteuil es uno de tus fetiches, ¡que te has tragado hasta “Oculto” sĆ³lo porque salĆ­a Ć©l! Pues sĆ­, ¿y quĆ©? ¿No llevo yo la secciĆ³n? Pues se mete Ć©ste beso, y a callar todo el mundo). 




5. No todos los besos han de tener una intenciĆ³n erĆ³tica, o romĆ”ntica. Un beso es una demostraciĆ³n de cariƱo y ternura, y pueden perfectamente ser dados por amistad a una criatura dulce y amable que nos partiĆ³ el corazĆ³n con su deseo de comunicarse con los suyos. En la cinta E.T., la ahijada de Steven Spielberg, una adorable niƱa rubia con coletitas llamada Drew Barrymore, despuĆ©s de llevarse un buen susto con el huĆ©sped que su hermano Elliot habĆ­a metido en casa, lo tomaba poco despuĆ©s de compaƱero de juegos y le vestĆ­a casi de drag-queen. Finalmente, y ante el llanto emotivo de todos los espectadores, le obsequiaba con un besito en la… suponemos que nariz de E.T. 



4. Frank Oz, no sĆ³lo fue la voz de la cerdita Peggy de los teleƱecos, tambiĆ©n tuvo muy buenas ideas para el cine y sobre todo para pelĆ­culas cĆ³micas, siendo uno de los humoristas que se forjaron en el programa de los setenta Saturday Night Live!, de donde salieron otros de la talla de Dan Aykroyd o Bill Murray. Una de las ideas de Oz, dejĆ³ literalmente sin habla a toda la sala. Y yo lo sĆ©, porque estuve en una. Y la reacciĆ³n de todo el cine fue un “¡AH!” ahogado al unĆ­sono como si lo llevĆ”ramos ensayando cuatro meses. Yo tenĆ­a diecisĆ©is aƱitos por entonces, pero daba igual, los que tenĆ­an sesenta, tampoco habĆ­an visto nunca aquello en una pelĆ­cula tolerada y orientada al pĆŗblico de masas y no a los crĆ­ticos o a los gafapastas: un beso entre dos hombres. La cinta era In & out, protagonizada por Kevin Kline encarnando a un sencillo profesor de instituto de un dulce pueblecito de la AmĆ©rica profunda, profesor que verĆ” su mundo entero patas arriba, cuando uno de sus antiguos alumnos diga que se inspirĆ³ en Ć©l, para encarnar en Hollywood a un homosexual. 



3. Existe la molesta creencia de que en las comedias, las comedias orgullosas de serlo y no las romĆ”nticas, los besos no existen o no se dan bien. Nada mĆ”s alejado de la realidad, y para muestra un botĆ³n, o un pez. Un pez llamado Wanda. El estiradĆ­simo abogado Archie Leach, encarnado por un inigualable John Cleese (cuando es Monty Python, lo es toda la vida), verĆ” su ordenada vida convertida en un terremoto portĆ”til debido a la seductora Wanda, una guapĆ­sima Jaime Lee Curtis, quien intentarĆ” primero encandilar a Archie a fin de averiguar el paradero del jugoso botĆ­n del robo en el que ella tambiĆ©n ha participado. Cuando el abogado, por Ć©tica, se niegue a darle informaciĆ³n del caso, la joven cambiarĆ” de estrategia y le confesarĆ” que se le ha acercado porque le desea. Archie, casado y absolutamente inglĆ©s, no sabrĆ” ni cĆ³mo reaccionar, y serĆ” Wanda quien reaccione por Ć©l, robĆ”ndole un beso nada casto mientras habla por telĆ©fono y huyendo del despacho ante su anonadada visita despuĆ©s, en medio de un ufano “¡AdiĆ³s, tĆ­o Archie!”. El descaro, tenĆ­a nombre propio. Y talla noventa de sujetador.



2. Ninguna lista de besos memorables del cine estarĆ­a completa sin un beso de los que matan. En Ć©ste caso, literalmente. Era ya la cuarta entrega de las aventuras del SeƱor de las Pesadillas y Elegido de los Demonios del SueƱo, mĆ”s conocido como Fred Kruegger y Freddy para los amigos; despuĆ©s de tres producciones, uno no se saca de la manga (o de la garra) muertes imaginativas asĆ­ como asĆ­, pero los guionistas lo lograron una vez mĆ”s. La protagonista, asesina indirecta, llevaba a sus insĆ­pidos amigos a sus pesadillas (quĆ© rica, la nena. No les puede llevar al cine, no. Menos mal que no les llevĆ³ a AfganistĆ”n; con amigos asĆ­, no necesita uno enemigos, vamos…), y una de ellas, superdotada (de inteligencia… a ver quĆ© vais a pensar) y asmĆ”tica llama la atenciĆ³n de nuestro Freddy, que en el fondo es un enamoradizo, y decide examinarla de lengua (ahora sĆ­ podĆ©is pensar mal). Para apasionado, Ć©l.



1. Y por Ćŗltimo, y con muy especial afecto, es preciso nombrar uno de los besos mĆ”s bonitos de la historia del cine, El hombre tranquilo. DespuĆ©s de lograr que el hermano de Mary Kate (Maureen O´Hara) transija con el noviazgo, despuĆ©s de dar esquinazo a su carabina, despuĆ©s de perseguirla por media Irlanda, Sean Zorton (John Wayne) y Mary Kate llegan nada menos que a un cementerio y se desata una tormenta de las que se jactan de serlo,  y bajo la lluvia… John Wayne vino a demostrar que no era sĆ³lo un vaquerazo, ni un hombre rudo, ni un calzones de hierro, sino que podĆ­a perfectamente ser un galĆ”n si le daba la gana, y dejar a la altura del betĆŗn a otros actores mucho mĆ”s atractivos que Ć©l. 



Bueno… Ć©stos han sido los elegidos. Hay muchos otros, claro estĆ”, que se han quedado en el tintero… el que Cary Grant le dio a Priscilla Lane en ArsĆ©nico por compasiĆ³n, el que Jack Lemmon le dio a Juliet Mills en ¿QuĆ© ocurriĆ³ entre mi padre y tu madre?, el de Clint Eastwood y Shirley McLaine en Dos mulas y una mujer, el que FalbalĆ” dio a Asterix en La sorpresa del CĆ©sar, el que John Cleese le dio a Jaime Lee Curtis en Criaturas feroces… Y hasta el que John Travolta dio a Kirk Douglas.

Todos esos besos, y muchos otros mƔs, y mucho mƔs cine, la semana que viene.

“¿CĆ³mo te gustan los besos, rĆ”pidos o lentos?” Si no coges Ć©sta frase, tienes que ver mĆ”s cine.