Drácula es el vampiro más famoso que reina en el mundo. Sin embargo la aclamada obra de Bram Stocker tiene fuentes en cualquier continente, es decir, leyendas vampíricas las hay, como las meigas.
Vamos a ver algunas del País del Sol Naciente, quizás las menos exploradas por alejarse un poco del mito sexual que corresponde al vampiro.

Jiang Shi es el nombre con el que son conocidos los vampiros nipones y no chupan sangre. Se alimentan del kyoshi o energía vital y aparecen cuando el alma está atrapada en el cuerpo fallecido bien sea por una muerte injusta, suicidio o ganas de crear problemas.

Su apariencia varía desde la piel blanquecina con tintes verdosos hasta el cadáver más pútrido y debido a las influencias occidentales, ha terminado alimentándose de sangre.

El nombre viene de China y significa literalmente cadáver rígido y no son pocas las fuentes que dudan de su existencia, ya que según se cuenta, los integrantes de una familia sin recursos contrataban los servicios de monjes taoístas para transportar al fallecido; los sacerdotes sólo los transportaban de noche y tocaban las campanas para avisar de su llegada, pues daba mala suerte ver a un difunto.
Se dice, se comenta que esta leyenda la inventaron los contrabandistas para poder campar a sus anchas eludiendo a las autoridades. Pero de esto hace muchos años, así que podemos hablar de mito y para entretener al chupasangre, bastaba tirar un puñado de arroz por el camino, pues se paraba a contar los granos.

Hannya entraría en la categoría de vampiro pues se alimentaba de sangre aunque más bien sería un demonio o yokâi.
Existen dos versiones: en la primera Hannya corresponde a un vampiro masculino, con gusto por las mujeres hermosas a las que paralizaba con un chillido espeluznante; cuanto más bella era la víctima, más tormentosa su tortura, pues le gustaba disfrutarlas. Vivía en las alcantarillas o en cualquier sitio oscuro y especialmente húmedo y atacaba cada cuatro o cinco años, razón por la que costaba localizarlos.
La manera de ahuyentarlos era con una oración budista que habla de la pureza en una mirada femenina, pues detestaban la calidez y dulzura de las mujeres puras.
La segunda versión nos habla de un vampiro hembra que esta vez sí, se acerca más a la denominación de demonio.

Una de las máscaras más conocidas de Japón tiene su origen en esta leyenda en la que una mujer quería pasar la puerta de Rashomon en Tokyo en la que dio con el samurái Watanabe no Tsuna, al que engañó con su hermosura para que la acompañara a la ciudad. El samurái esperaba a un demonio para cazarlo y en un momento dado al mirar por encima de su hombro, ve como la bella mujer va adquiriendo una forma aterradora.
Es atacado y al defenderse le corta un brazo al ente, guardándolo como trofeo.

Años después el monstruo vuelve bajo la forma de una pariente femenina de Watanabe para que le enseñe el trofeo y aprovecha un descuido para llevárselo.

Mangas como Q & A o la épica Rashômon de Akira Kurosawa utilizan estas leyendas para su fin, aunque no son las únicas, ¿verdad?.