-Vale... suposición: La señora Blanca, en el Observatorio, con el candelabro. - dice ZombiD

-Falseada. - dice el tiíto Creepy, y muestra una carta a mi novio.

-¡Cachis! ¡Estaba seguro que lo tenía...!

-¡Ah, ah, lo tengo, lo tengo! - Frankie bota sobre su silla - ¡Acusación: El Profesor Pomelo, en el Observatorio, con el candelabro!

Genial... un competidor menos, pienso malévolamente, porque yo tengo al Profesor Pomelo, y podría falseárselo, pero prefiero callarme, que vea la solución y que se elimine él mismo. A no ser que haya usado el revólver, lo siento muchachos, pero me temo que ésta partida, me la llevo yo. Mientras Frankie abre el sobre y ve su eliminación, pasamos a la cinta de hoy, que tiene mucho en común con el juego del que hablamos, aunque no, no voy a hablar de la película Cluedo (que también tendré que hacerlo un día de éstos), sino de otra cinta anterior con un planteamiento parecido. Hoy, en Cine que ya tendrías que haber visto: Un cadáver a los postres. 



     Con sinceridad: opino que unos buenos títulos de crédito dicen mucho acerca de la creatividad y de la cinta que vamos a ver. No es lo mismo poner simplemente nombres impresos en la pantalla, que hacer títulos con fuego, como en Arma Letal , o hacerlos animados como en La vuelta al mundo en ochenta días o El mundo está loco, loco, loco, o hacer que destaquen de cualquier otro modo. En este caso, estamos frente a uno de esos casos en los que los créditos destacan. Unas manos misteriosas abren un baúl, y en él encontramos unas graciosas figuritas de papel que muestran una mansión y unos personajes; cada uno de esos personajes, es uno de los protagonistas. Bien, la trama propiamente dicha arranca dentro de los coches de esos personajes, que se dirigen a una curiosa cita para una "cena con asesinato". Todos los invitados son detectives y, claro está, no pueden dejar de acudir a algo así, y como esto es una comedia, tenemos a Dick y Dora Charleston parodiando a Nick y Nora Charles, a la srta. Jessica Marbles en lugar de a la srta. Marple, y así sucesivamente hasta parodiar a cinco famosos detectives de la literatura y el cine.

    Mal o bien, pero todos llegan a la mansión que, para dar más ambiente, tiene niebla particular y tormenta propia, aún cuando fuera no llueva ("Tolmenta sólo fuela, cuando dentlo" dirá el detective Wang, encarnado por Peter Sellers), y está regida por un mayordomo ciego (Sir Alec Guinnes. ¿Qué creíais, que sólo se dedicaba a entrenar jedis...? No señor, también hizo papeles cómicos).  A la hora de la cena, y tras un buen número de gags, al fin conocen a su anfitrión cara a cara, el sr. Lionel Twain, encarnado nada menos que por Truman Capote (que si alguno no lo conoce, fue un famoso periodista y escritor, inmortal gracias a su novela "A sangre fría", que narra el brutal asesinato de una familia de un pueblecito de Kansas). El citado Twain se propone demostrar que los cinco mejores criminólogos, sentados a su mesa en ese momento, se verán impotentes para resolver un asesinato. A medianoche, alguien de los invitados a la cena será asesinado por doce salvajes puñaladas, y deberán descubrir quién ha sido el criminal. El que lo consiga, recibirá un millón de dólares, que el excéntrico millonario, pone en la mesa en ese momento.

     Estábamos en los setenta, luego hacía casi un siglo de la publicación de las primeras novelas de
Sherlock Holmes y de que la humanidad en pleno descubriera cuánto le gustaban las historias de detectives, de crímenes, policíacas, etc. Desde entonces, muchos grandes investigadores habían hecho correr ríos de tinta, y con la llegada del cine, kilómetros de celuloide. Ya desde los tiempos del blanco y negro, las aventuras de Poirot y su savoir faire, o de detectives mundanos en ambientes más sórdidos, habían fascinado a millones de espectadores... sin embargo, nadie se había atrevido a tomarse a risa algo como una historia de detectives. Hasta el momento. Los años setenta, con la liberación sexual en pleno y el feminismo utópico convertido en casi realidad, fue una época de oro para las comedias. Una edad en la que la picardía, el erotismo o la crítica política y social, ya no tenían que ser veladas ni eran de mal gusto, sino que eran lo que el público demandaba. Reírse de todo, empezando por aquéllo que parecía intocable, como la alta sociedad y las costumbres de los ricos en cintas como El guateque (1968) o las cintas de catástrofes y tragedias que también se harían muy famosas a lo largo de la década, como Aterriza como puedas (1979).

     Un cadáver a los postres, nos pone en una parodia desmitificadora que seguirían muchas ramas de la sociedad durante la década de los setenta. Si la mismísima Iglesia católica podía pasarse a la rama socialista con los curas rojos y retirar de la imaginería todo lo que oliese a rancio, entonces el cine podía reírse de sus propios tópicos, empezando por las mansiones terroríficas (donde las bisagras son aflojadas a propósito para que chirríen las puertas) o los grandes detectives clásicos. Así, la srta. Jessica Marbles, además de una ancianita encantadora, vemos que fue una jovencita de moral algo relajada en su juventud, que no tenía inconveniente en hacer "cosas raras" antes de casarse.
 

En segundo lugar, tenemos a la pareja superperfectísima y extraordinariamente bien avenida de Dick y Dora. Por fuera, son el matrimonio ideal. Son ricos, guapos, bien educados, se llevan bien y siguen enamorados como el primer día. Para ellos, el crimen es un pasatiempo que les une, en el que colaboran como si jugaran al bridge en pareja. Por fuera, en realidad Dora tiene más cuernos que el alce de la pared, Dick está literalmente arruinado y su esposa parece considerar el sexo como algo que él tiene que ganarse penosamente con brillantes deducciones. Si resuelve el crimen, ella se enciende. Si no lo logra, no le apetece. Vemos aquí como las ideas clásicas del matrimonio feliz ya empezaban a enturbiarse. En décadas pasadas, el matrimonio era felicidad perpetua, amor eterno hasta más allá de la muerte... Ahora empieza a ser visto como un contrato que forzosamente cansa, en el que la rutina mata al amor.

Perrier el belga (que parodia a Poirot) lleva su refinamiento a la cursilada y se convierte en un bobalicón pagado de sí mismo. Si bien el famoso detective belga era todo elegancia y a veces llegaba a extremos un poco exagerados, como el de usar bigotera para dormir, Perrier lo hiperboliza. Se cree un gourmet, pero en realidad es un simple glotón, capaz de olvidarse de cualquier asesinato si su estómago le exige que le atienda. Es un jefe mandón y despótico para su paciente chófer, al que trata como a su esclavo y a quien tiene en concepto de tonto perdido para disimular su propia cortedad, cosa que también hace leyéndoles la cartilla a sus compañeros de cena y recordándoles obviedades que todos saben. Presume de olfato de gastrónomo, pero casi lo único que sabe oler, es comida.


Sidney Wang (basado en el jefe de policía Charlie Chan) es el arquetipo de oriental, que cambia las
"r" por "l" y que, en palabras del anfitrión: "¿por qué una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo se come las preposiciones y los artículos?"). El personaje del cual procede es un agudo comisario de policía, y Wang es asimismo inteligente, pero su agudeza mental queda eclipsada por una oratoria propia de Sancho Panza, todo plagado de dichos y proverbios orientales, y un vocabulario paupérrimo, con verbos en infinitivo y privado de conjunciones. Va acompañado de su hijo adoptivo, a quien le hace saber constantemente que lo es y a través del mismo, vemos que quizá no sea el mejor padre ni esposo del mundo, con frases como "¿Pol qué no adopté gato?" o cuando su hijo le pregunta por qué tiene que hacer él todo el trabajo sucio, su padre le contesta "¡Polque tu madle no aquí para hacel-lo!"

 Y finalmente, Sam Diamond (Peter Falk. Sí, Colombo), parodiando a Sam Spade (el papel de Bogart en El halcón maltés) y por extensión a los detectives norteamericanos superduros estilo Marlowe, lleva su carácter duro como una coraza para ocultar... su homosexualidad. Sí. Los tiempos estaban cambiando y ya no se llevaban los tíos duros, las chicas preferían a los hombres capaces de expresar sus sentimientos, de admitir que tenían sensibilidad y sabían llorar. Los hombres tan duros como Diamond (en conversación con su novia: -¡Tengo miedo, Sam; abrázame! -¡Abrázate tú, ¿no ves que tengo trabajo?!), ya no eran deseables porque proporcionasen seguridad o protección, sino indeseables porque eran rudos y brutos, y parecían pensar que el cariño, les debilitaba. Sam, en realidad, es un personaje miedoso. Tiene miedo de morir, de ser descubierto, de no dar la talla, de perder... ese miedo le hace pasarse al otro extremo y querer destacar en todo; enseguida está sacando el revólver y amenazando con él a todo el mundo, y todo para que no descubran el miedo que tiene, y que finalmente estallará de forma muy cómica.

Por último, y aunque no forme parte de los detectives, mención aparte merece el mayordomo interpretado por Alec Guinnes. Dejando aparte su extraordinaria actuación, su nombre es algo que pasará a la Historia del Cine. Cuando la mujer de Dick se lo pregunta, él contesta, pero su nombre no es el que la mujer cree. ¿Que cómo es posible? Por que él contesta "Benson señora", y ella le toma por Benson, pero él la corrige: "No, no "Bensonseñora", me llamo Bensonseñora". Y agárraos, que su nombre de pila es Jameseñor. Y el de su padre, Quéraro. Quéraro Bensonseñora. Y aquí paro, porque me estoy partiendo de risa. El personaje de Bensonseñora es el del mayordomo de casa bien, a quien su ceguera no le impide realizar su trabajo, pero le da cierta particularidad, como a la hora de pegar sellos en cartas (los pega en la mesa) o de despedir a alguien. Eso, aderezado con la imponente presencia del Sir, hacen del mayordomo un personaje en extremo hilarante.

   Un cadáver a los postres es una cinta divertida, con una comicidad quizá algo pasada de moda, pero que consigue sacar la carcajada y hacer pasar un rato muy entretenido. Su humor está basado en el enredo y la parodia hacia un género que, en ocasiones, también se reía del espectador, como dice Twain "reservándose pistas o haciendo salir personajes en las cinco últimas páginas que no habían salido antes". Muy aconsejable para ver con niños o en familia, pero si estás acostumbrado al humor estilo Padre de familia, ya te aviso que se te va a hacer muy blanca. Cinefiliabilidad 6, lo que significa que es divertida, pero es un humor de hace ya más de cuarenta años.


"No quiere respetar la lógica. Acostumbro a no respetar a quienes no respetan la lógica" Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.