-Es verde. - dice Secunda. Prima se abraza a mí y se asoma por mi espalda; es la mayor, pero sé que está asustada. Tertia se pone de puntillas y abre y cierra las manitas, y todo su afán es que él la coja en brazos. Asiento, y ZombiD la aúpa. La pequeña no deja de reír, por algún motivo encuentra muy divertido a... "su tío". Mis tres sobrinitas han venido a visitarme a mi mazmorra, y les he presentado a ZombiD. Ellas ya saben que su tiíta no vive en una casa normal, ni tiene vecinos al uso, pero el darse cuenta de que mantiene una relación con un zombi, no sé si es pedirles demasiado.

-Es cierto que soy verde - admite mirando a Secunda y después a Prima - Y que a lo mejor, no soy muy guapo. Pero soy amigo de vuestra tía, y también quiero ser amigo vuestro... ¿No me haréis daño, verdad que no? - Prima se agarra más a mí, pero Secunda niega con la cabeza. - Me alegro, porque estaba un poco asustado. 

-¿...En serio? - pregunta Secunda. Y eso hace que también Prima sienta interés, y me suelta un poco. 

-En serio. Yo... bueno, no vayáis contando esto por ahí, pero... yo soy muy miedoso. Me dan mucho miedo los niños, sobre todo las niñas. - Ahora es Prima quien pregunta tímidamente porqué, y antes de que nos demos cuenta, los cinco estamos sentados hablando. Y más tarde, las niñas no sólo le perderán el miedo, sino que le cogerán cariño. Los niños cogen fácilmente cariño a las personas que se lo dan. La pega es que ese cariño, tiene un precio muy elevado: tu propio corazón. Ni un asesino caníbal te arranca el corazón tan rápido como un niño. Y podéis estar seguros de que sé muy bien de lo que hablo, y también lo saben los protagonistas de nuestro Cine que ya tendrías que haber visto. Tres solteros y un biberón.



    Jacques, Pierre y Michel son tres solteros que comparten un lujoso piso céntrico en París. Sus vidas son cómodas y ordenadas, tienen trabajos estables con los que ganan mucho dinero, y el tiempo libre lo dedican a pasarlo lo mejor posible, haciendo fiestas y pasándose de uno a otro las chicas con las que tienen sexo. Jacques, auxiliar de vuelo de profesión, se marcha tres semanas de vacaciones a Tailandia, pero antes de irse, un amigo le pide un pequeño favor: que reciba en su casa un paquete para él que alguien vendrá a llevarse el jueves siguiente. Jacques avisa a sus compañeros Pierre y Michel de esto, pero el día señalado, cuando Pierre abre la puerta, se encuentra el "paquete". Que consiste en nada menos que un cuco con una niña dentro de pocos meses de edad.

La niña, llamada Marie va a poner patas arriba las cómodas y placenteras vidas de Pierre y Michel y más tarde, también de Jacques, pero eso no será lo más grave que suceda: al lío, se unirá también un segundo paquete, los destinatarios del mismo, un bonito embrollo policial y el interés de los tres en que nadie se entere de que tienen a una bebé en casa. Todo ello aderezado con "biberones, pañales, cacas y coladas".

Estábamos en los años ochenta, y el cine francés, aunque bien recibido en España, no pocas veces había llegado con voraces cortes de tijera. Películas como El salario del miedo se consideraban subversivas, pero otras como Belle de jour, dirigida por Buñuel, se llevaban el título de escandalosas y portadoras de pecado. En España, los locos ochenta fueron la verdadera década del cambio. Dejamos atrás la dictadura, la transición, el golpe de estado... éramos la nueva democracia, el país que se abría al mundo y lo hacía para todo: para sexo, para política, para emancipación de la mujer... Lo que otros países habían visto pasito a paso, nosotros lo vimos de golpe y porrazo, y mientras en Estados Unidos cintas como Las locas peripecias de un señor mamá (Michael Keaton, 1983) nos enseñaban que ya no era la mujer la única en ocuparse de los niños, aquí seguía siendo común la figura del "ama de casa", y la mujer que trabajaba era sólo para llevar una ayudita extra al hogar para pagar cosas como caprichos, vacaciones mejores, un coche más grande... Eso de que la mujer dejase su casa, marido e hijos para trabajar, durante muchos años se vio como algo propio de mujeres que realmente no querían a sus familias, mujeres "malas".

La cinta que nos ocupa, parte un poco de ese concepto, y lo destroza. La madre de Marie tiene que
irse seis meses a Norteamérica por trabajo, y sabe que no podrá ocuparse de la niña como es debido, de modo que la deja a la persona que le corresponde y de quien hasta ahora, no ha tirado para nada: el padre de la niña, quien, hasta la fecha, ni siquiera sabía que tenía una hija en el mundo. La "vida moderna" nos traía situaciones como esa, en lugar de la tradicional vida familiar a la que hasta ahora, habíamos estado acostumbrados. No obstante, la película no pretende moralizarnos, se limita a presentarnos una situación y dejar que seamos nosotros quienes juzguemos.

Tres solteros y un biberón pega una patada giratoria a los conceptos como "los niños se crían mejor con su madre" o "los hombres no saben criar niños". Los tres protagonistas, es cierto que al principio no saben ni coger a Marie en brazos, no saben con qué desesperada frecuencia come o lo alto e incansablemente que puede llegar a llorar (lo que dará pie a un sinnúmero de situaciones muy divertidas), pero conforme pasan los días, aprenden rápidamente lo que es preciso hacer en cada situación y más aún; Pierre no tiene reparo en gastarse un montón de dinero en libros acerca de alimentación, educación, crianza... lo que le permite dar sopas con honda hasta con enfermeras (momentazo su discusión con la señora Paron... Ronpa... ¡bueno, la enfermera! Vale ORO), Michel se convierte en un limpiador fuera de serie, y los tres, que en un principio tenían una feroz antipatía hacia la situación en la que se ven metidos a la fuerza, cobran un vivísimo cariño por la pequeña.

Tres solteros y un biberón, dirigida por Coline Serrau, fue estrenada en 1985 y enseguida fue aclamada por público y crítica. Se llevó tres premios Cesar (incluído el de Mejor Película) y en Estados Unidos hicieron un remake adaptado (os recuerdo que los norteamericanos no doblan las películas porque ellos son los únicos que hacen cine, de modo que cuando el resto del mundo hace una película que les agrada, lo que hacen es rehacerla. Con dos gónadas. Y nos quejamos aquí de que el doblaje mata las actuaciones...) que no obtuvo el éxito deseado, pero llevó la historia a Norteamérica y estuvo dirigida por nadie menos que Leonard Nimoy, más conocido como sr. Spock.

Tres solteros y un biberón es una comedia costumbrista casi sin música ni efectos especiales, y sin embargo consigue una inmersión cinematográfica perfecta. Es una historia tierna y divertida, ácida y sarcástica, que nos lleva de la carcajada, al miedo, a la tristeza... y de nuevo a la risa, en cuestión de segundos. Salvando alguna que otra escena o palabra fuerte, es apta para niños. Muy-muy divertida. Cinefiliabilidad 4.

"Dulces para el dulce" Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.