—¡"Eso" no es una prenda, no vale! - protesto, pero a la vez reviento de risa. ZombiD y yo estamos jugando al strip-poker y, como siempre que va perdiendo, intenta hacer trampas. 

     —¿Cómo que no? Una prenda es algo de quita y pon, y por lo tanto, eso es una prenda. 

     —¿Pero cómo va a ser una prenda, si es una parte de tu cuerpo? ¡Si te parece, te tiras un cuesco, y dices también que es una prenda! 

     —¡No, por que un cuesco no te lo puedes volver a poner, pero yo eso sí puedo ponérmelo de nuevo! 

     —¡Que no sirve y ya está! ¡Ponte tu ojo otra vez, y paga; pantalones fuera! 

     —¡Lo que no sirve, es que tú antes te quitaras los pendientes, y luego los prendedores del pelo!

    —Bueno, tú también te soltaste la goma de la coleta. Los prendedores del pelo son prendas, y siempre los llevo. 

    —Sí, pero llevas dos, no SEIS. 

    —Es que si no, se me escapan los mechones y me da mucha rabia... - sonrío, mientras ZombiD paga prenda y se queda en calzoncillos. No siempre hay ganas de jugar al ajedrez o al Trivial, igual que no siempre hay ganas de ver Ciudadano Kane o El bueno, el feo y el malo. A veces apetece algo más casposo, pero más divertido. Hoy, en Cine freak salvaje: La casa más divertida de Texas. 


     "Corrección política". Dos palabritas aparentemente inocentes que mataron el humor. Bajo su bandera, no se pueden hacer chistes religiosos, ni de sexo, ni de animales, ni de enfermedades, ni de nacionalidades, ni de política, ni de ideales, ni de... nada. Cualquier comentario puede ofender a un colectivo y hacerlo saltar, cualquier chiste puede ser devuelto a punta de demanda o contestado con insultos. No obstante, hubo un tiempo en que ese concepto no existía, ni se le esperaba, y se hacían chistes y películas cómicas enteras sobre aldeas africanas dejadas de la civilización, como Los dioses deben estar locos, sobre enfermos mentales como Una pandilla de lunáticos o Qué pasa con Bob, o sobre el mundo de la prostitución, como Irma la Dulce o La casa más divertida de Texas, que nos ocupa hoy. El espectador sabía que lo que estaba viendo, era una película y más una comedia. Una historia hecha con el único ánimo de entretenerle, que no pretendía ser realista y que no lo era, tan sólo pretendía provocar la risa. Ese principio tan simple, el de saber que el cineasta no pretende que veamos como romántico y atractivo un mundo trágico, sino que sólo quiere hacernos reír, es el que parece que hemos olvidado. 

     El sheriff Ed Earl (Burt Reynolds) controla la ley en la pequeña ciudad de Gilbert del condado de Lanville, Texas. En dicho condado, situado a las afueras de la ciudad, se alza el burdel más famoso y querido del condado, la llamada "Granja de pollos", regentado por la señorita Mona (Dolly Parton). Dicho burdel lleva allí más de medio siglo haciendo las delicias de varias generaciones de hombres, desde campesinos hasta senadores. El propio sheriff no ve nada malo en frecuentar la compañía de la srta. Mona; por más que sepa que la prostitución es una actividad ilegal, su experiencia le dice que el servicio que ella y sus chicas prestan a la comunidad (además de pagar sus impuestos y hacer frecuentes y cuantiosas donaciones a diversas obras sociales), pesa más que lo dudoso de su forma de ganarse la vida. Así la comunidad vive en armonía, hasta que un presentador televisivo, ansioso de escándalos con los que subir su cuota de pantalla (Dom deLuise), decide presentar la Granja de pollos como un antro de perversión e inmoralidad. 

      Burt Reynolds, antes de ser actor, había sido jugador de rugby y de hecho acabó en la actuación por casualidad. En sus últimos años como universitario (había ganado una beca deportiva), tomó clases de interpretación y de dicción y le dieron algunos pequeños papeles en producciones y series. No lo tomaba como una carrera en serio, sino tan solo como una alternativa más cómoda a los trabajos de verano; en realidad quería ser policía como su padre, pero empezó a trabajar para shows televisivos y su simpatía y gran presencia física hizo que empezaran a lloverle ofertas para interpretar papeles de galán. ¡Incluso Albert Brocoli le sugirió encarnar a James Bond! Reynolds rechazó la oferta diciendo que "ningún norteamericano podía ser 007". Durante la mayor parte de su carrera realizó papeles cómicos, como Los locos de Cannonball o Los caraduras, pero también pudimos verle en cintas de mayor enjundia demostrando que no sólo era un hombre atractivo, sino que sabía actuar. Defensa, junto a Jon Voight, es una de ellas.  No obstante, La casa... es una de esas cintas de humor en las que Reynolds se movía como pez en el agua y nos demostraba que sabía reírse de sí mismo a la par que actuar. 


   Por su lado, Dolly Parton era en realidad cantante de country; la cinta estaba basada en un musical homónimo que se había estrenado en Broadway cuatro años antes, de modo que se necesitaba una cantante para el papel principal. Eso, y el éxito obtenido en su primera película poco antes, Cómo asesinar a su jefe (Nine to five), hizo que le ofrecieran el papel. Su interpretación le valió una nominación al Globo de oro como "mejor actriz musical o de comedia". Por más que su gran talento sea más la canción que la interpretación, sus intervenciones en el cine siempre han sido meritorias y dignas. En la cinta presente logra que veamos a su personaje con respeto y cariño, además de con simpatía; una simple frase le basta para hacernos saber que su vida, no ha sido un campo de sueños, aunque ahora pueda parecerlo. Su intervención no se limitó a la actuación, también incluyó parte de las canciones del filme, entre ellas cierto título que llegó a los número uno de las listas de country: I will allways love you. Por más que fuera Whitney Houston quien le dio mayor fama, la canción salió de la oxigenada cabeza y la garganta de Dolly Parton.


     Los locos años ochenta fueron la década en la que la comedia se desató. Si en décadas anteriores se habían llevado al extremo los enredos, en aquélla fueron los encantos femeninos los que pasaron a protagonizar las producciones. Nos quejamos del destape en España, pero fue un fenómeno que tuvo eco en casi todo el mundo; desde Italia y las cintas de Alvaro Vitali (Jaimito), hasta los Estados Unidos, como vemos aquí y en muchas otras producciones como Los albóndigas en remojo o La revancha de los novatos. Los productores, desde los primeros años del cine, sabían que cualquier película llamaría más la atención si contaba con un buen número de chicas guapas lo más ligeras de ropa que la censura (aplicada de modo directo o indirecto) permitiera. Hoy día, esto se puede considerar casposo y de mal gusto, pero en aquél entonces era algo normal y que atraía muchísimos dividendos al cine. No obstante, a pesar de la ligereza de la historia, ésta no deja de hacernos una pregunta muy interesante: ¿puede el Estado legislar sobre lo que sucede dentro de una alcoba?

     Durante muchos años, en éste nuestro país, se persiguió legalmente el adulterio (como podréis suponer, la pena era mucho más dura para la mujer, claro está), hasta que éste fue despenalizado en 1978, y no fue hasta años más tarde que fueron legal el divorcio y los cines X. Aún hoy día, en éste siglo, hay estados en Norteamérica en los que es ilegal el sexo oral o anal, y aquí es ilegal fumar tranquilamente marihuana. El Poder, en mayor o menor medida, siempre ha tenido un problema con la moralidad y ha pretendido imponer la suya a toda la población, independientemente de que estuviera de acuerdo o no. En una sociedad tan doblemoralista como la americana, el sheriff y su amante llegan a la conclusión de que una cosa es el delito, y otra muy distinta, el pecado. Y en el último, entran sólo uno mismo y Dios, o su moral; no se ha de meter nadie más. Pero eso, no es lo mismo que parece pensar el resto de la población azuzada por el periodista "Perro guardián" Thorpe; el burdel ha pasado casi un siglo muy tranquilo, sus chicas han pagado impuestos y servido a la comunidad y todo el mundo ha sabido que estaba allí... pero sólo cuando aparece en televisión nos santiguamos y decimos "¡qué barbaridad!", y los mismos que lo han frecuentado, niegan todo conocimiento y no sólo no lo defienden, sino que intentan destruirlo. Todo por el "qué dirán". Un argumento similar pudimos verlo en cierto capítulo de los Simpson, cuando tratan de destruir la "Maison Derrière", un famoso prostíbulo. 



La casa más divertida de Texas es una cinta sin más pretensiones que hacer reír y pasar un rato entretenido con el espectador. Una película pícara que en realidad insinúa más que muestra y cuyo principal atractivo es la imposibilidad de rodarla hoy día (de hecho, allá por 2010 se sugirió la idea de un remake; viendo que se les iban a echar encima todas las asociaciones familiares y feministas, lo dejaron correr), pero aún así es divertida. Si no te gusta el cine musical, mejor que no la veas (eso sí: al menos dejaron las canciones en v.o., no hicieron como en la espantosa "Golfus de Roma", en la que no tuvieron mejor idea que doblar también las canciones con letras que rimaban peor que la declaración de la renta, y siendo doblados por grandísimos actores de doblaje, pero que no sabían cantar). Y sí, Burt Reynolds TAMBIÉN canta. Cinefiliabilidad 6, lo que significa que tiene canciones, un humor desfasado y se te puede hacer aburrida.


Me dijeron "esa foto en calzoncillos, va a causar traumas". Pues nada, aquí va una sin ellos. 




"¡Muy bien, venga, vamos a matarnos por la pepperoni!" Si no coges esta frase, tienes que ver más cine.