—¿Y si pasásemos la aspiradora, sin más? — Sugiere el tiíto Creepy. Y tiene suerte de que me llame Dita, y no Medusa, porque si las miradas matasen, se quedaría tieso en el sitio.

     —Por-encima-de-mi-cadáver— mascullo, y sigo recogiendo las piezas a puñados — ¡Si esa es toda la ayuda que vas a dar, te podías haber quedado en la Biblioteca!

     —Debajo de la silla te has dejado otra pieza — me dice ZombiD, mientras separa cuidadosamente todas las piezas de la alfombra, para evitar que ninguna se cuele debajo y se caiga por el vórtice que hay debajo. El tío Creepy dobla el lomo y recoge él la pieza. De mala gana, se arrodilla y empieza él también a recoger. 

     Sí, ha sido un accidente. D y yo sudábamos después de terminar el rompecabezas del damero maldito de 1313 piezas, el tío se ofreció a abrir la ventana para que nos refrescásemos y JUSTO en ese momento llegó la borrasca. El golpe de aire tumbó la mesa y mandó las 1313 fichas a la porra. Ya dicen que nadie es capaz de terminar el puzzle del damero maldito sin enloquecer, pero en mi castillo tenemos una ventaja de inicio: ya estábamos locos de antes. De cualquier manera, esto no va a ser grano de anís. Y de líos como estos, saben mucho los protagonistas de nuestra cinta freak salvaje de hoy: El gran lío. 

   
      En el cine de terror existen situaciones que ya son típicas, que tienen sabor añejo y que todos reconocemos. Todos sabemos que si te encuentras con una situación potencialmente catastrófica en una población cualquiera, las autoridades nunca tomarán medidas para paliar el desastre hasta que ya sea demasiado tarde; si nos vemos amenazados por una criatura maligna que come carne humana o puede arrasar la vida y en nuestro grupo hay un científico, miradle cuando el plan perfecto para acabar con la criatura falle, porque él habrá sido el culpable. Y si alguna vez entramos en un pueblecito perdido de la mano de Dios que no sale en los mapas y del que nunca ha oído hablar nadie, hay que ser EXTREMADAMENTE CUIDADOSO con el código de circulación. 

     Un exitoso corredor de bolsa llamado Chris (Chevy Chase), aprenderá muy bien esa lección cuando, en su viaje de vacaciones junto a dos pesados amigos y la mujer que desea seducir (Demi Moore), acabe en un villorrio remoto llamado Valkennvania y se salte un límite de velocidad. Lo que podía ser una mera infracción de tráfico en cualquier otra parte del mundo, será tomado excesivamente en serio por el juez de 106 años (nadie lo diría... todo el mundo le echaría 120) Alvin Valkenheiser (un MUY caracterizado Dan Aykroyd), y su violentos descendientes, entre los que destaca Dennis, el único que intenta poner un poco de juicio en su malhadada familia, encarnado por John Candy. 

     Los Estados Unidos son un país grande. Enorme. Mientras que en Europa puedes pasar de un país
a otro sólo conduciendo, allí puedes conducir un día entero sin salir de un estado. No es pues extraño que existan numerosos pueblos y ciudades fantasma donde sólo hay casas abandonadas y puedes pasar varios días sin ver un alma. No obstante, los sitios peligrosos de verdad, no son los pueblos deshabitados, sino los pueblos donde sólo hay un puñado de personas. Estados Unidos es uno de los países donde más común es el fenómeno de las personas desaparecidas, gente que realiza un viaje y que sencillamente, se esfuma como si se la hubiera tragado la tierra, y nunca se encuentra de ellos ni la más ligera pista, ni ropa, ni el coche en el viajaban, ni mucho menos su cuerpo. Los norteamericanos de los grandes núcleos de población tienen cierto respeto a los pueblecitos de "la américa profunda", donde la ley es inexistente, donde es probable que un puñado de personas ejerza su propia ley en un territorio inhóspito y limitado por tu propia hambre y sed, y donde pueden convertirse en otra cifra más en la lista de "desaparecido sin pistas". 


   Partiendo de esa base, muchas películas de intriga y terror nos han dado momentos fascinantes, como Breakdown, de Kurt Russel, la famosa Las colinas tienen ojos, de Wes Craven, y hasta el mundo del cómic nos dejó, en el Mortadelo de los ochenta (sí, nietecitos míos, antes los tebeos estaban orientados a adolescentes y pretendían formarnos como lectores, y por un lado nos daban el humor de Mortadelo, por otro lado crítica política y social, y por el otro cómics de aventuras o terror), obras como El palio negro o Gorrión que no vuela; argumentos que siempre versaban sobre el hombre de ciudad atrapado en el cepo de unos pueblerinos a los que juzgaba como ignorantes y atrasados en comparación con él, y de los que -precisamente por eso- intentaba no escapar para no empeorar su situación, y ello le conducía al desastre. No obstante, y aquí llegamos a lo interesante, la cinta que nos ocupa, no es de terror ni de intriga. Es la más delirante comedia negro-absurda que jamás veréis. 

     Aykroyd, Chase y Candy. Cualquiera que haya visto una sola comedia de los ochenta, reconoce alguno de esos nombres, si no todos. Pertenecían a "la generación del 75", pero no era un movimiento literario, sino humorístico: el nacido en el programa Saturday night live!, programa que alimentó a los citados cómicos, y a muchos otros como el malogrado John Belushi, Steve Martin, Eddie Murphy, y muchísimos más. A raíz de aquél programa, nacieron muchas producciones inolvidables. Y es cierto que la que hoy nos ocupa, no, no es una de ellas, pero es meritoria de por sí. Grotesca, exagerada, histriónica, renegrida y excesiva hasta lo desagradable, El gran lío fue el bautismo de fuego de Dan Aykroyd detrás de la cámara, puesto que fue su director. Hemos de señalar que se trató de un trabajo más voluntarioso que valioso, pero que consigue su propósito de lograr por igual la inquietud que la carcajada. 

     El gran lío nos hace pasar miedo a la vez que nos regala momentos muy divertidos, si bien con un
humor grueso y escatológico, que recuerda al de los cromos de La Pandilla Basura en más de una ocasión. Sabemos que estamos viendo una comedia, pero en no pocos momentos el tono se vuelve realmente oscuro e inquietante, y la cinta no se para en barras para mostrarnos hasta qué punto de rigor aplica la ley el juez Valkenheiser; los protagonistas, por más que abunden los chistes y las carcajadas, están en verdadero peligro en todo momento, y el acierto del director fue no permitirnos olvidar eso; de ese modo, la tensión es tan constante como la hilaridad, y espero no pecar por mi simpatía hacia Aykroyd al decir que la película me recordó al primer Wes Craven de La última casa a la izquierda, con esos toques cómicos en medio de una película que puede desbordarse por el terror puro en cualquier momento... y a veces lo hace. 

   El gran lío es más una cinta de terror suave con mucha comicidad, que una cinta cómica apoyada en un argumento de suspense. No obstante, no deja de ser divertida, pero su humor puede causar miedo en niños pequeños o personas delicadas del corazón (o el estómago). Poco conocida, casi desapercibida en el momento de su estreno, ha sido elevada a cine de culto en la última década por los adoradores de una generación de cómicos cada día más lejana. Cinefiliabilidad 6, lo que significa que es poco probable que le guste a tu novia o tu abuelita, pero es apta a partir de once o doce años, le encantará a tus amigos y es perfecta para la noche de Halloween. 


Es una salchicha. No, hablo de lo que se está comiendo. 


"El que no se haya escondidooo... tiempo ha tenidoooo...." Si no coges esta frase, tienes que ver más cine.