El castillo en el que se encuentra la lóbrega mazmorra que me sirve de despachito tiene un ritmo inusitado hoy. Por regla general, siempre oís los primeros minutos de Tocata y Fuga en Re Menor, pero hoy, vuestra cinéfila favorita tiene los auriculares puestos, de los que sale un zumbido lo bastante fuerte como para entender la letra de la canción que canto a voz en grito... “Adoras lamer las llagas infectas de mis pies, adoro lamer el ajenjo de tu fría piel... porque ésta medianocheee... me encarnaréééé en tuuuu cueeeerpoooooooooooooooooooooooooo.....” ¡Ups! Corto la música y me quito precipitadamente los cascos. Bueno... cada uno entiende las canciones de amor a su manera, ¿no?



Dejando aparte mis gustos musicales, el verano ha terminado. Al menos, eso opina el calendario, y eso implica despedirnos de sudores, mosquitos, picaduras, calores agobiantes y las canciones de Georgie Dann. Y también de la sección Cine que sólo se ve en Verano, que tuvimos hasta la semana pasada, y la sustituimos por la presente: Cine que ya tendrías que haber visto. Y la estrenamos con un título muy familiar, que valora la unión de dicha institución por encima de todo, y que nos muestra a una familia luchando unida por prosperar y sobrevivir. No, no me refiero a Sonrisas y Lágrimas. Hablo de El Padrino. Ya os dije en cierta ocasión que nos me gustan los comienzos flojos. 







La película comienza con una frase: “Creo en América”, dicha por Bonasera, un funerario, un hombre que ha ido a pedir un favor, una gracia... un padre desesperado que busca justicia, a quien la ley convencional, ha dado de lado. ¿Y quién va a hacerle justicia? Don Corleone. Vito Corleone, encarnado por un inmenso Marlon Brando, es un... hombre de negocios. Un italoamericano que se vio obligado a huir de su pueblecito natal y refugiarse en Norteamérica con sólo ocho años, pero Don Vito es, ante todo, una persona educada. Alguien dispuesto a ayudar a los demás... pero que naturalmente, también precisa que le ayuden, de modo de ocasionalmente, reclamará los favores que da.

En el día concreto en que comienza la cinta, Don Vito no puede negar ningún favor, porque es el día de la boda de su hija Constanza, Connie. A través de la fiesta en casa del Don, conocemos a su familia, en especial a sus cuatro -cinco- hijos. Santino, Sonny, el mayor, es el sucesor indiscutible del Don, y el más temperamental de todos los hermanos. Freddo, el inmediato, tiene complejo de hermano pequeño, se sabe eclipsado por el genio y la fuerza de Sonny y es mucho más calmado... resignado, digamos, a ser el secundón de la casa. Connie, la chica, goza del privilegio de ser una de las menores entre los hijos y la única chica, sabe que su padre tiene predilección por ella debido a su sexo y es igualmente pasional como su hermano mayor. Mención aparte merece Tom Haggen, quien no es hijo natural del Don. Era un niño huérfano que Sonny, siendo niño también, encontró en la calle, le cayó simpático, y al enterarse que no tenía familia ni residencia fija, lo llevó a la suya y el Don lo adoptó, le han dado estudios y probablemente sea consigliere (consejero, un cargo MUY importante).Y por último, Michael. El más pequeño de los hermanos, se niega a ser otro secundón como Freddo, y ha buscado su propio nombre en el ejército, de donde regresa, siendo ya marine condecorado, para la boda de su hermana, y acompañado de su novia, una guapa norteamericana, Kay Addams. 





Mientras la Familia concede sus favores y la trama avanza, vemos que los Corleone dominan políticos, policías, jueces, y diversos sectores ilegales como el juego, la prostitución o el alcohol. Pero entonces, llega un pastel completamente distinto: la droga. Don Corleone se niega a entrar en aquél negocio, alegando que los jueces y políticos que le apoyan le retirarán su ayuda. Las familias rivales no desean tampoco meterse en aquél asunto si él no lo hace, de modo que Don Vito se convierte en un obstáculo viviente. Y aparece una frutería con un puesto de naranjas. No pretendo tomaros el pelo, fijaos, y veréis que cada vez que aparece en escena una naranja, alguien muere muy poco después. Vamos, que allí está Don Corleone llenando una bolsita de naranjas sin meterse con nadie, cuando reconoce La Situación, que diría Pérez-Reverte, corre hacia el coche, pero no llega a tiempo, y le meten cuatro tiros.



Michael sale del cine con su novia, y al pasar frente a un kiosco, ven la noticia de refilón. El hijo del Don palidece (literalmente), al no encontrar en el texto si su padre sigue vivo o muerto, y corre hacia el hospital, donde un policía comprado, pero no por su familia, le sacude un señor puñetazo que le parte la nariz y todo.




La Familia comprende que la situación es crítica, que es preciso negociar, y al mismo tiempo, dar una señal de fuerza, pese a que el Don se encuentre medio en las últimas. Todo el mundo desea dejar fuera al joven Michael, pero éste, picado en el orgullo, exige llevar él el asunto. Asunto que dejará dos muertos a su espalda y le obligará a exiliarse a Sicilia para esquivar la venganza de la familia rival y la guerra de familias que se avecina. Creo que con esto, llevamos algo así como un cuarto de hora de la peli.






El Padrino, está basada en la novela homónima de Mario Puzo, autor de otras grandes novelas como Los Borgia. Paradójicamente, esta obra, que supuso su mayor éxito editorial y monetario, nunca fue del agrado de Puzo, quien admitió que la escribió sólo porque sabía que era morbosa y se vendería bien. Fuera como fuese, tanto la novela como la película son realmente memorables. Hay no pocos puntos de guión en la película que son calcados del diálogo de la novela (un gran acierto), como el inicio, “Creo en América”, o el diálogo que mantiene Michael con su cuñado Carlo; “No me digas que no fuiste tú, es un insulto a mi inteligencia”. 



Marlon Brando obtuvo el papel casi de rebote, de hecho, nadie quería que actuase él; se había hecho tristemente famoso por su desmesurado ego y su mal carácter, trabajar con él no era precisamente fácil... De modo que le exigieron pasar una audición como el resto de actores para ver si le daban el papel o no. Cuando Brando se presentó a la prueba con algodones metidos en la boca para alterar su rostro y su voz, dando la ronquera característica al personaje, los productores y el propio director (Coppola), quedaron impresionados y le dieron el papel.



El papel de Michael Corlenne en un principio estaba pensado ni más ni menos que para Jack Nicholson, pero un jovencísimo Al Pacino, que sólo llevaba dos modestas películas a sus espaldas, convenció a todo el mundo, y su secuela le llevó al Oscar. 







El Padrino dura tres horas bien contadas, pero en ningún momento se hace larga. Es una película narrada con tranquilidad, y sin embargo, llena de tensión. Sabes que estás viendo en todo momento a asesinos y criminales, y sin embargo empatizas con ellos y los quieres. Desde Marlon Brando a James Caan, Robert Duvall o Pacino, cada uno de ellos tiene su momento, su personalidad definida y llenan la pantalla como los Actores que son. Es una película llena de frases, de momentos, de diálogos... que han quedado para la posteridad; “Eres mi hermano mayor y te quiero bien. Pero nunca te pongas del lado de nadie que vaya contra la Familia”; “No somos asesinos, a pesar de lo que diga ese funerario”; “Él (Don Vito) nunca pide un segundo favor si se le niega el primero”; “Vienes a mi casa, el día de la boda de mi hija, a pedirme que mate por dinero”; “Cuando hablemos de negocios delante de extraños, nunca vuelvas a decir lo que estés pensando”; “¡Y fue padrino de nuestro hijo! ¡Eres una bestia sin entrañas!”; “Siempre me he negado a ser una marioneta movida por los hilos de los poderosos...”, Cine con mayúsculas. 


“Michael Francis Rizzi, ¿renuncias a Satanás...?” Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.