La lluvia repiquetea insistentemente los cristales de mi modesta mazmorra, el fuego de la chimenea cruje y mi té negro humea ligeramente mientras leo “Lo trajo el gato. Y otros cuentos de suspense”. Un escalofrío recorre mis hombros, el frío está apretando. Miro hacia el montón de leña, y “alguien”, muy gentilmente, coge un par de troncos, aparta el guardafuegos, los echa dentro y el fuego se aviva. En segundos, un agradable calor se expande por toda la sala, y doy las gracias a la invisible y fantasmal presencia. Y es que no todos los espíritus optan por el gamberrismo y la mala idea; muchos de ellos son realmente amables, sobre todo cuando dejas el coñac fuera y lees en voz alta. Bienvenidos una vez más a mi humilde sillón y a una recomendación de Cine que ya tendrías que haber visto que, por estar en fechas tenebrosas, es nada menos que Poltergeist.


  

  La acción comienza en un típico barrio suburbano de América de Arriba, con la aparentemente relajada música de
l oscarizado Jerry Goldsmith, sus casitas coloniales de dos plantas, sus calles tranquilas en las que los niños juegan y van en bici sin miedo a ser atropellados, y sus familias que dedican los fines de semana a hacer barbacoas, ver partidos y hacer tartas de manzana. O enterrar mascotas que tienen la pésima idea de palmarla en día no lectivo. Eso es lo que le sucede a Tweety, el canario de los niños de la familia que nos ocupa hoy, y que es enterrado en el jardín de la casa. Y con éste comienzo, cualquiera diría que vamos a ver una peli costumbrista de esas en las que el padre está muy ocupado para ver los partidos de béisbol del hijo que éste siempre pierde, hasta que el padre decide entrenar él al equipo y... y eso es lo que Spielberg quiere que pensemos.

      La familia protagonista, los Freelings, compuesta por padre atlético, madre guapa, hija mayor guapísima, mediano travieso y pequeña encantadora (o sea, el cuadro perfectísimo de Familia Americana tm.), ven turbada su perfección y tranquilidad cuando esa misma pequeña encantadora, Carol Anne (la malograda Heather O´Rourke) se quede mirando un canal vacío de la tele en el que sólo ponen interferencias y se ponga a hablar con “alguien” a quien sólo ella puede oír. Sus padres en principio, lo toman por sonambulismo, pero enseguida los fenómenos extraños empiezan a hacerse patentes, doblando los cubiertos y cambiando de sitio las sillas. Carol Anne dice que eso lo hace “la gente de la tele”, y mientras sus padres intentan decidir si aquello puede ser un fenómeno natural inofensivo o un serio motivo de mudanza, esa noche se desencadena una tormenta y el árbol del jardín parte de la ventana del cuarto de los niños y sus ramas intentan tragarse literalmente al hijo mediano. 

    Padres y hermana mayor acuden a socorrer al niño, dejando a Carol Anne sola en su cuarto, circunstancia que es aprovechada por “alguien” para secuestrarla. Físicamente, porque la niña, seguir, sigue en la casa, pero en "una esfera diferente de conciencia". Sus padres, aterrados y desesperados, después de días sin dormir, acuden a una parapsicóloga en un intento de que alguien que haya estudiado fenómenos similares pueda ayudarles a recobrar a la niña. Ante la inmensidad de actividad psíquica en la casa, la parapsicóloga deberá también pedir ayuda a una médium para intentar rescatarla. 




     Poltergeist fue la sensación del año 1982 y se convirtió en un clásico instantáneo, haciendo patente que Steven Spielberg (productor de la cinta a efectos teóricos, director a prácticos; "no pudo dirigirla personalmente" porque estaba haciendo E.T. y delegó en  Tob Hopper, director de La matanza de Texas. Spilberg se pasaba el trabajo de Hopper por el forro de los... calcetines. La película lleva su sello de todas-todas) tenía un don para contar historias de suspense y terror, algo que ya se había visto en El diablo sobre ruedas y Tiburón. Poltergeist se alimenta del ancestral miedo a los fantasmas y de leyendas urbanas como aquélla que dice que si pulsas 666 en el mando a distancia con la televisión apagada o en un canal de interferencias se te aparece la cara de Satanás, o la que cuenta que en un canal sin sintonizar podías oír gritos de agonía de las personas que hubieran muerto en tu casa antes que tú la habitaras... Los adultos siempre dicen a los niños que los fantasmas no existen, pero como decía Bastián Baltasar Bux, "Quizá los que dicen que no existen los fantasmas sólo tienen miedo de reconocerlo". Se dice que el terror siempre envejece mal, pero ésta película es un ejemplo de terror bien hecho, porque independientemente de los efectos especiales, sigue siendo capaz de provocar escalofríos.

    Sin embargo, a pesar de su carga de terror provocada por los invisibles espíritus y sus dolorosamente visibles efectos, a diferencia de otras cintas del género que basan su fuerza en el susto, el sobresalto... Poltergeist ofrece una sensación de miedo continuado, mucho más difícil de lograr, basada no tanto en el susto puntual como en la inquietud provocada por la angustia de unos padres que han perdido a su hija, y sin embargo saben que está y pueden oírla, siendo ésta sensación tan intensa, que la cinta nos hace pasar del miedo al llanto emotivo en pocos segundos.




    Dice la leyenda negra de la película que durante el rodaje de la misma, los efectos especiales no fueron los únicos que pusieron los pelos de punta, sino que auténticos fenómenos extraños acaecieron durante el mismo. La niña protagonista, Heather O´Rourke murió a la edad de doce años de un paro cardíaco, y Dominique Dunne, su “hermana mayor” cinematográfica murió estrangulada por su novio (fueron enterradas una junto a otra). Actores de las secuelas también encontraron la muerte poco después o durante el mismo rodaje, lo que contribuyó a aumentar la leyenda de la trilogía. Sea como fuere, la primera parte de la misma no ha perdido un ápice de la intensidad con la que fue concebida, y muchos de sus momentos, como Carol Anne canturreando “Ya están aquíi...” o Tangina Barrows arreglándose el pelo revuelto para decir “Esta casa ya está limpia”, se han convertido en citas del Cine y momentos históricos del mismo.




    Poltergeist tuvo dos desafortunadas secuelas a cual peor y de más ínfima calidad que no fueron más que explotación de franquicia, que incurrieron en el peor error que se puede cometer cuando se habla de terror: explicar demasiado las cosas (la primera parte es escalofriante precisamente por eso; prácticamente hasta el final no sabemos POR QUÉ suceden esos fenómenos. En la segunda y tercera tuvieron que poner nombre y apellidos al responsable de los mismos, y eso hizo que se perdiera la carga mistérica que le daba tanto poder. En el terror JAMÁS hay que dejar ver al monstruo. O al menos, retrasar su salida todo lo posible), y que os recomiendo encarecidamente que no veáis nunca, pero la presente, sí que os la aconsejo de todo corazón. Eso sí: no la veáis con la luz apagada. 



    “¿Esa mujer? ¿Quiere saber por qué estaba con ella? Precisamente porque me recuerda a usted, y por eso estoy cenando ahora con usted, porque usted me recuerda a usted. Su nariz, sus ojos, su garganta, todo cuanto hay en usted me recuerda a usted. Excepto usted. Creo que está bastante claro. ¡Que me ahorquen si lo entiendo!” Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.