No puedo evitar suspirar cuando voy guardando los adornitos navideños, que no usaré de nuevo hasta dentro de once largos meses. Las guillotinitas, las cintas de intestinos brillantes, los ahorcados, todo, lo estoy guardando en las cajas para meterlo en el trastero. Y tengo que tener cuidado, por que la Bestia Oscura que vive en él se pone de muy mal humor cada vez que abro la puerta, aunque lo haga con las cortinas echadas. En fin, “todo pasa y todo llega”, como decía el poeta, y ahora lo que llega es la sección Cine que ya tendrías que haber visto, y precisamente por que ya ha pasado la fiesta familiar de la Navidad, vamos a ocuparnos de una cinta familiar, que no es tal. O una cinta que no es familiar al uso, y sin embargo lo es. Pequeña Miss Sunshine. 


 

  

 

Nos colocamos a principio del milenio. Nos habían prometido (y lo que es infinitamente peor: nos lo habíamos creído) que con el año 2000 llegaría el futuro que se soñaba desde los cincuenta. Que todo sería perfecto y bonito, que se trabajaría lo justo y tendríamos mucho tiempo libre para disfrutar de la familia y de nuestras aficiones, y... y resultó que cada año que pasaba, todo era dolorosamente igual o peor. La del 2000, que comenzó con la era Bush y el atentado de las Torres Gemelas, fue la década del desengaño. Mientras los políticos asustaban a los estadounidenses con la amenaza del terrorismo como años atrás con los rusos, éstos, a pie de calle, veían cosas mucho más amenazantes, como el fin de mes, trabajos cada vez más precarios, y la definitiva desaparición del “sueño americano”, si es que alguna vez había realmente existido. 

   En ese panorama, nos encontramos con una familia que lucha por sobrevivir. Nada en ellos es bucólico, ni siquiera familiar; la cinta comienza haciéndonos saber que Frank, hermano de Sheryl (la madre de la familia) ha intentado cortarse las venas. El “tío Frank” encarnado por un inmenso Steve Carell, es un estudioso de Marcel Proust, probablemente el experto número uno del mundo en tal escritor. Y le han quitado su cátedra después ser abandonado por su amante, uno de sus alumnos, y que le quitaran un ascenso en pro de su rival tanto profesional como amoroso. Sheryl se lleva a su hermano a casa, donde vive con su esposo Richard (Greg Kinnear, quien habría trabajado junto a Jack Nicholson en Mejor imposible), un hombre que ha escrito un Método para el éxito (y que necesitaría leérselo, por que dista mucho de ser el “ganador” que pretende ser), los dos hijos de ambos, Dwayne (quien ha hecho voto de silencio hasta que consiga entrar en la escuela de pilotos y lleva cerca de un año sin decir palabra), Olive, la niña, y Edwin, padre de Richard. Edwin y Olive forman una pequeña familia juntos; la niña se refugia en el abuelo para protegerse de la indiferencia y las peleas económicas que pueblan su casa, y Edwin, heroinómano expulsado de la residencia y harto de vivir con su hijo, se siente escuchado e importante para la niña. 




    En tan dulce y arrebatador panorama, llega la noticia de que la pequeña Olive ha sido clasificada para participar en un concurso de belleza infantil, Pequeña Miss Sunshine, para lo que el propio Edwin la está entrenando, y sus padres deciden llevarla. Puesto que no hay bastante dinero para pagar un avión y no pueden dejar sólo al depresivo Frank ni al heroinómano Edwin, ni al joven silencioso Dwayne, deciden partir todos juntos en la destartalada furgoneta de la familia y chuparse más de mil quilómetros de volante, que se dice deprisa. 

    Mil quilómetros en una furgoneta con arranque duro dan para mucha conversación, y es lo que sucede en la cinta. Peleas, ataques de histeria, bromas y carreras poblarán un viaje tan disparatado como tierno, y harán que los miembros de la familia, forzados a permanecer juntos, tengan que aguantarse mutuamente y colaborar entre ellos. Lo que en principio era un molesto incordio por el que había que pasar a la fuerza, acabará convirtiéndose en un rosario de dificultades, un “Largo camino hacia Santa Cruz” y una Meca en la que todos acabarán luchando codo con codo para llegar y triunfar. Por ellos mismo y por todos. 


    Las cintas familiares tópicas, donde sabes exactamente qué va a suceder y que tratan de encantadoras familias de clase media, habían quedado atrás y lo sabíamos; nadie se las creía ya. Pero Pequeña Miss Sunshine nos colocó ante otro estilo de cinta familiar, a medio camino entre ella y la road movie. Nos hizo darnos cuenta precisamente de eso, de que los tiempos habían cambiado... para peor. Pero uno siempre podía seguir riéndose de sí mismo y de aquéllos que pretendían poner reglas a lo que significa “bonito”. Como vemos en las fotos, Olive no es lo que uno encasillaría como “reina de la belleza”, y la película se ríe inteligentemente de los concursos de misses infantiles, donde las niñas son maquilladas y vestidas como si tuvieran al menos diez años más y actúan de forma casi profesional. Richard, el padre de Olive, cuando ve el panorama al que se enfrenta su hija, se descorazona, y su hermano Dwayne insiste en sacarla del concurso, dispuesto a que nadie juzgue a la niña por su apariencia, pero lo cierto es que la actuación que el abuelo ha enseñado a Olive, no deja indiferente a nadie. 

    Pequeña Miss Sunshine es una película tierna y positiva, pese a que no deja de mostrar con afable realismo las entrañas de una familia como un grupo de personas que están juntas sólo por que así lo manda su código genético, y no porque realmente lo hayan elegido... pero a quienes en el fondo, quieres, deseas proteger y no estás dispuesto a que nadie los maltrate. Un equipo. 



   La cinta se estrenó de forma independiente en el Festival de cine de Sundance y enamoró de inmediato a público y crítica, fue comprada por la Searchlight Fox (la productora Fox para cuando desea comprar cine independiente. Otro gran acierto fue Gracias por fumar, recordadme que os hable de ella otro día) quien la estrenó primero en un pequeño número de cines, y viendo lo bien que funcionaba, la estrenó en todo Estados Unidos y la exportó. Pequeña Miss Sunshine ganó cuatro Oscars de la Academia, entre ellos el de Mejor Guión y el de Mejor Actor de reparto, para Alan Arkin (el abuelo Edwyn, quien volvió a trabajar junto a Steve Carell en Superagente 86). 


""Estamos sin copos de avena FU", ¡me llevó dos horas averiguar que "FU"  era Félix Unger!" Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.