-Bueno, entonces, hemos dicho que vienes tú, Freddy, Jason, el tiíto Creepy, Vladi, Franki, el dr. West… ¿Igor viene también?

-¡No, Igor no, que es un chapa! - protesta ZombiD

-Es verdad, se pone a contar penas y dolores y se queda solo - dice Vladi y el tito Creepy asiente.

-Que si la joroba me pesa, que si tengo los pies torcidos, que si han operado a mi tía de cataratas, que si a mí me tienen que operar de la duodécima verruga del brazo izquierdo contando a partir del hombro…

-¿Operarle… de una verruga?

-¡Je! - tercia ZombiD - Si fuese por él, le operarían hasta de los catarros, ¡lo que le llega a gustar ponerse brasa con la enfermedades! ¡A mí me pusieron los tochos, me maté contra un camión, mis sesos se esparcieron por cuatro metros de asfalto y me chafé bajo seis juegos de ruedas del trailer cargado de vigas, y no armo tanto jaleo!

-Bueno, pero si no le invitamos, habrá que oírle, ¡se pasará protestando diez meses y llorando por las esquinas! - dice tito Creepy, y sabemos que tiene razón. - Propongo que le invitemos y le sentemos junto a Venancio.

-¡Qué idea, claro! - Venancio trabaja como Hombre del Saco y el pobre es sordo como una tapia - ¡A él no le aburrirá, podrá hablarle todo lo que quiera! ¡Bien pensado, tiíto! - Beso la mejilla huesuda del tiíto Creepy, y éste se pone muy ufano.

-¿Y yo qué? ¿Yo no soy listo?
-Ay, qué mal se barre en ésta mazmorra…. ¡qué mal se barre! - sonrío y beso también a ZombieD. Estamos preparando una cena celebración, y como se trata de una cena un poco de compromiso, siempre hay alguien a quien no es que odies, ni siquiera que te caiga mal… pero junto a quien preferirías no sentarte. Un idiota, vaya. Y dicho esto, nos ocupamos de la cinta de hoy: La cena de los idiotas.



Unos amigos se reúnen para cenar una vez al mes. Hasta ahí, todo perfecto. Pero a esa cena, cada amigo lleva a un invitado muy especial, para regocijo de él mismo y de sus amigos. Un idiota. La “gracia” consiste en hacerles hablar de sus aficiones o rasgos de idiotez para reírse de ellos. Dicho así, ya no suena tan perfecto… ¿verdad? Uno de los amigos en concreto, Brochant, está algo preocupado porque no ha conseguido encontrar a su idiota, pero un amigo le propone a un campeón del mundo llamado François Pignon, un hombrecito bienintencionado que vive apasionado por su hobby de hacer esculturas con palillos. Brochant ya saborea su victoria, pero un tirón jugando al golf, una discusión con su esposa y la infinita torpeza social (y de la otra) de su invitado, le van a hacer sufrir en sus carnes la idiotez de la que pretendía burlarse.

La cena de los idiotas está escrita y dirigida por Francis Veber, cineasta y guionista de quien baste decir que era digno del respeto de alguien como Billy Wilder (quien adaptó una de sus obras para llevar a la gran pantalla Aquí, un amigo, protagonizada por Jack Lemmon y Walther Matthau. Recordadme que os hable de ella en verano). Rodada y estrenada en 1998, se estrenó en la más tímida discreción para convertirse en un clásico instantáneo que permaneció un año largo en las carteleras y fue adaptada para teatro casi inmediatamente después, medio en el que se ha reestrenado periódicamente desde entonces.

El personaje de Brochant, cínico y resabidillo, se gana nuestra simpatía pese a su mal carácter, su
infidelidad, y sus ataques de rabia, aunque sólo sea por empatía hacia sus cómicos sufrimientos, y el de Pignon, es para abrazarlo y odiarlo al mismo tiempo. Pignon es un idiota, no tiene otro calificativo… es un buenazo, intenta siempre ayudar, se muere por ser simpático y ganarse el aprecio de los que le rodean, pero no deja de meter la pata y poner en apuros a quien pretende prestar su ayuda, embrollándole más y más. Y finalmente, aunque sólo sea un secundario, el personaje de Lucianne Cheval, el temible inspector de Hacienda interpretado por el veterano Daniel Prévost, se lleva de calle el protagonismo.

Cheval, amigo de Pignon que trabaja también en el ministerio, es un verdadero zorro para los defraudadores, una persona inteligentísima para su trabajo y muy agudo para detectar detalles, con los que amenaza a su interlocutor cada vez que éste no es amable con él… pero que estará ciego para algo mucho más importante. Lo que, dicho sea de paso, provocará un golpe de sainete de los más divertidos de la película. 

"Parece que su negocio... da dinero, ¿eh?"

La cena de los idiotas es una cinta divertidísima, que demuestra la Calidad cinematográfica no precisa un presupuesto desbordante, ni efectos especiales sensacionales, ni siquiera una gran publicidad. La cinta nos pone en una situación en la que cada personaje se considera a sí mismo listo, pero todos, indefectiblemente todos, tienen su parcela de idiotez, desde el invitado con sus meteduras de pata, hasta el invitador con su prepotencia y por poner lo que más le importa del mundo en manos de alguien que sabe que no es tan hábil como se precisa, pasando por el médico, el inspector, la esposa... y cuya moraleja no la estropea ni la contamina de buenismo, y con una guinda final de carcajada explosiva, que nos deja con sensación de “¿Ya se ha terminado?”. Una joya del cine francés que merece ser disfrutada más de una vez. En los Estados Unidos, como allí no doblan películas, no tuvieron mejor idea que hacer una versión a su manera, con Steve Carell bajo el papel del idiota. Baste decir que ni siquiera la debilidad que me provoca el citado actor, me ha motivo a verla, y eso que hace más de dos años que obra en mi poder. Algún día os contaré qué me ha parecido.

La cena de los idiotas es una cinta de duración justa, muy divertida y simpática. Pero se trata de una obra teatral llevada a cine, con una comicidad exclusivamente de guión. Cinefiliabilidad 4.