ZombiD sorbe por la nariz. Yo me paso la mano por una y otra mejillas, secándome las lágrimas, mientras, en la pantalla, la chica dedica a su amante una sonrisa arrobada y le toma de la garra. Cuando él se suelta delicadamente y echa a correr quitándose la ropa y liberando a la bestia por completo, ella también llora. 

    -Es... junto con el libro de Hannibal, es la historia de amor más bonita que conozco... - admito. ZombiD tiene que tomar aire tres veces antes de poder contestar, con la voz ahogada. 

    -¡Y yo...! - me aprieta más contra él y yo le acaricio los brazos. Verdaderamente, no es fácil dar con buenas historias de amor para "diferentemente vivos", por regla general, suelen derramarse fácilmente por lo sentimentaloide y usar las características de las diversas maldiciones (vampirismo, licantropía, etc.) solamente para molar y aún después de haberlas retorcido para que parezcan... "bonitas". Pero cuando encuentras una buena historia, bien narrada, con protagonistas inteligentes y un final feliz, ¡qué a gusto llora uno! ¡Qué distinto eso de las películas que gustan de tirarse a la lacrimogenia facilona y exprimir los recursos depresivos hasta la náusea! Y precisamente de eso, vamos a hablar hoy en nuestro Ratones de cine. Del cine que uno no debe ver si está de bajón, porque corre serio peligro de suicidarse. Cine lacrimógeno.





Todo cinéfilo que se precie, tiene en su bagage cultural películas que no le han gustado. Películas por las que siente escasa simpatía, o que le provocan una viva animadversión, o directamente que considera que no valen ni la electricidad que gasta el televisor y que todo el equipo artístico y técnico se hicieron acreedores a la muerte por empalamiento (sin manteca). Cuando el cine es más que tu hobby, cuando lo ves ya no tanto por pasar un rato entretenido (aunque esa sea tu primera motivación), sino por puro amor al Cine, sabes positivamente que a veces te vas a encontrar con películas que te serán severamente desagradables, pero aún así las verás, aunque sólo sea por poder opinar con propiedad, y también para aumentar tu cultura cinematográfica. No obstante, eso no hace que el pildorón que acabas de tragarte, sea menos amargo. En mi caso, tengo contencioso permanente con el cine dramático y de amor, cosa que -para más inri- suele ir de la mano. Detesto las películas que parecen partir de la base de que yo tengo que sentirme identificada con el sufrimiento de los protagonistas, y que cuantas más cosas horribles les sucedan, mayor calidad tendrá la película. Y en mi caso, no. No soporto lo que yo he dado en llamar "la pornografía llantofácil" (¿queda bien, eh...?), según la cual, parece que si el protagonista se queda huérfano, luego se le muere su fiel perrito, abusan de él sexualmente, matan a su mejor amigo por defenderle y finalmente se muere de cáncer, es obligado que la película arrase en todos los certámenes y se lleve veinticinco Oscars, y si a uno no le gusta, es que es un psicópata. Y aquí hemos de recordar la acertadísima frase de un genio como fue Chaplin: "Cualquiera sabe hacer llorar, pero sólo un genio es capaz de hacer reír". Dicho esto, comenzamos con la selección más odiosamente lacrimógena de mi haber particular.




Love Story (1970) Basada en el best-seller homónimo y llevando por subtítulo "Amor significa no decir nunca "lo siento"", la cinta está considerada como "la historia más romántica de todos los tiempos". Todas las chicas (y eso incluye a vuestras madres) de la época se enamoraron como burras de Ryan O'Neill, y desearon con todas sus fuerzas vivir un amor así de intenso... hasta que se alcanza cierto punto de la cinta. Para daros una pista: "Todo el mundo desea un amor con el de Romeo y Julieta, sin saber que fue un amor de tres días y seis muertos". La pareja protagonista, capaz de provocar diabetes, se compone del sabido esquema: "niño rico conoce a niña pobre". Claro está, el padre del protagonista se opone completamente a la relación porque piensa que ella va detrás de los millones de su hijo, hasta que finalmente, accede. "Hola, soy la vida, y te doy una galleta.". Y cuando parece que todo iba bien, ZAS, "Hola, soy la vida, y vengo a llevarme esa galleta y de paso a reventarte la cabeza". Sí. No la veáis nunca. 


La fuerza del cariño (1983). También basada en una novela, la cinta está protagonizada por la siempre
genial Shirley McLaine, Debra Winger, Jack Nicholson y Jeff Daniels. Se llevó cinco Oscars. E hizo que yo mirase para siempre con desconfianza el cine de corte costumbrista, o aquél en que el tono general no está perfectamente claro. Shirley McLaine y Debra Winger son madre e hija; la hija se casa al principio de la cinta con Jeff Daniels y tiene hijos con él. Madre, por su parte, viuda hace años, reencuentra el amor en la figura de su vecino ex-astronauta, Nicholson. Ambas son bastante mayores para dejar de ser completamente madre e hija y ser más bien buenas amigas y la película nos cuenta, en clave de humor, su búsqueda y sus impresiones con respecto al amor. Hasta que la cinta nos da el bofetón y nos dice "¿Creías estar viendo una comedia? ¡PUES NO, LA VIDA ES SUFRIMIENTO; LLORA, ZORRA, DAME TUS LÁGRIMAAAS...!". Sí. En este caso, la presencia de McLaine y Nicholson, puede llegar a justificar su visionado y es quizá la única que rescataría del presente artículo, pero que sepáis que es una cinta lacrimógena. 


Campeón (1979). Protagonizada por Jon Voight y Rick Shroder, admito que le tengo una especial antipatía a ésta película. Corría el verano del... 88, más o menos, y yo tendría unos ocho años, estaba en casa de mis tíos que tenían jardín y piscina, y mi tía trajo esta peli del videoclub, porque, como aparecía un niño en la carátula, dedujo que era para niños. Yo reconocí al susodicho niño, Rick Shroder como el protagonista de una simpática cinta Disney, El último vuelo del arca de Noé (recordadme que os hable de ella en verano), cosa que animó a mi tía a ponérnosla. Mis primas, menores que yo, no aguantaron el argumento de padre despechado con la madre que aparece de repente a conocer al niño al que ha IGNORADO durante los primeros años de su vida, pero yo, convencida de que tenía que valer la pena, me quedé. Me tragué dos horas plastíferas de película, perdí dos horas de mi verano y de mi vida, no me bañé, no jugué con los perros, no corrí por el jardín ni por las calles, no jugué a videojuegos por ver esa PÍLDORA... y al final, encima, ESO. Fue la primera vez que el cine me indignó, y sigo diciendo que alguien me las pagará por ello. Nunca se la pongáis a un niño, salvo que queráis hacerle aborrecer el cine de todo corazón. 


Mi vida (1993). Nicole Kidman y Michael Keaton en una cinta de final cantado y lacrimógena de
principio a fin. Para mi gusto, absolutamente innecesaria, porque desde el primer momento te hacen saber lo que va a suceder. Para entendernos: Keaton y Kidman forman la pareja perfecta, son guapos, ricos, se quieren y van a tener un bebé. Y como parece ser, según no sé qué modelo de pensamiento hollywoodiense que nadie puede ser excesivamente feliz, a Keaton le diagnostican cáncer terminal, y la va a palmar antes de ver a su hijo, de modo que se le ocurre ponerse a grabar películas para que su futuro vástago le conozca cuando él ya no esté. Y aquí uno dice... "Vale. ¿Y para eso hacen falta cerca de dos horas?". Y la respuesta es NO, no hacen falta. Ya sabemos que va a palmarla, pues muy bien, vale, ya está, pasemos a la siguiente peli del estante, ¡no hacen falta dos malditas horas de mareo y de "qué penita doy, compadéceme, seguro que tu vida no es tan triste" para llegar al punto del maldito principio! Hagamos caso del subtítulo de la cinta: "Cada momento cuenta", y aprovechemos nuestra vida haciendo algo más valioso que ver una película que ya sabemos cómo acaba desde que comienza. Por ejemplo, contar las pelusitas que bailan en un rayo de luz; os aseguro que al lado de ésta peli, os parecerá la juerga padre.



Bajo la misma estrella (2014). Si queréis autoconvenceros de que la vida es horrible y de que los enfermos deben ser tratados con mucha lastimita porque son seres incapaces de luchar y están resignados a palmarla cualquier día de estos, ved esta peli. Sé que la intención del autor (está basada en la novela del mismo título) era completamente la contraria, pero a mí me dio esa sensación. También hay que admitir que el hacer películas acerca de una enfermedad tan guarra como es el cáncer, al igual que hacer películas de víctimas de atentados recientes como United93 (basada en el avión que, en el 11S no se estrelló contra ningún objetivo de importancia, sino que fue abatido por... oh, perdón, quiero decir que se estrelló accidentalmente debido al amotinamiento de los pasajeros...), con sinceridad, me parece obsceno y sacacuartos. Libro y película recibieron muy buenas críticas... claro está, si dices que es una basura sentimentaloide basada en la exaltación del dolor y de la pastelosería adolescente y que si los protagonistas no fuesen enfermos terminales, no se comería un rosco, vas a quedar como un traganiños sin corazón... Pero en KoukyouZen nos gusta llamar al pan, pan, y al vino, vino. Y a la ñoñez, ñoñez. Y esto, es una ñoñez que pretende explotar la terrible situación por la que pasan muchas personas en el mundo padeciendo enfermedades en general y cáncer en particular, para hacer caja. Si  a alguien le gusta ésta película, perfecto, pero eso no le hace mejor persona, ni más solidario. Y si a alguien (a mí) no le gusta ésta película, no por eso es un monstruo carente de emociones. 


Y hasta aquí, nuestro repaso al cine lacrimógeno, que por hoy, ya hay bastante. Como habréis podido comprobar, detesto a los personajes que pretenden ir de pobrecitos por la vida para que les tenga lástima, motivo por el que no suele gustarme el cine de amor, ni los culebrones, ni el pop español. Y ahora, vamos a ocuparnos de un género que resulta mucho más de mi agrado, ¡esta tarde, vuestra crítica de cine favorita verá la nueva entrega de Los vengadores! Estrictamente profesional, claro está... 


"Él, un actor cómico, hace de Hamlet. Y yo, un actor dramático, hago de "nazi primero" en el fondo del escenario" Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.