-Pues había pensado en La extraña pareja... - su silencio es más efectivo que cualquier palabra para mostrar disconformidad. - Bueno, o Sed de mal... ¡O Testigo de cargo! - Mi casera carraspea y señala mi calendario de mesa. - Ya. Algo más reciente. Sí. Eeeeh... ¡Ya sé; Uno de los nuestros! ¡E-es de los noventa...! - Resopla y tamborilea con los dedos sobre la mesa. 

Vivir en el Castillo, no es gratis. La mayoría de inquilinos pagan un alquiler social, pero yo pago haciendo críticas; mientras las haga, podré vivir aquí con mis amigos, con ZombiD... Mi Casera sabe que soy buena escribiendo, pero a veces nuestros puntos de vista difieren en lo que es aceptable o no. Yo soy una ferviente admiradora del cine clásico, y eso a veces, me hace tener una visión un poco alejada de la realidad; por regla general, las cintas más recientes de las carteleras, han estado fuera de la sección, cosa que vamos a intentar mejorar en la medida de lo posible, haciendo una adecuada balanza entre lo clásico y lo actual, y vamos a empezar ésta misma semana, con un ejemplo de cine actual, pero eso sí, de cinefiliabilidad muy alta: El juez.




La cinta da comienzo mirando unas flores que vemos que alguien cuida, aunque no vemos a la persona que lo hace. Este pacífico comienzo ya nos hace saber que no estamos frente a una cinta de acción, sino más bien algo costumbrista. La cinta nos lleva a la Corte, y allí conocemos a Hank Palmer (Robert Downey jr.), un exitoso abogado con pocos escrúpulos a quien eso de la verdad o el honor no sólo le dan bastante igual, sino que además se jacta de ello, haciendo saber a su rival que es gracias a esa falta de moralidad que tiene la casa que tiene, el coche que tiene y la mujer que tiene. Pero he aquí que, cuando volvemos al juicio, Hank recibe un mensaje de móvil que le descoloca. Su madre acaba de fallecer y se ve obligado a regresar a su pueblo natal y a su casa paterna, de los que salió hace casi veinte años para no volver jamás. La noticia coincide con la decisión de su mujer de divorciarse y pedir la custodia completa de su pequeña hija. 

Hank se encuentra con que toda su perfecta vida se desmorona de golpe, pero eso no será lo peor. Lo peor, le espera al regresar a casa. Su padre, juez de profesión (un enorme Robert Duvall), aunque se alegre de verle, no puede perdonarle lo que sucedió hace veinte años y que motivó la ruptura familiar.  Su hermano mayor, Glen, felizmente casado, se alegra de ver a su hermano, pero después de tantos años, la relación es un tanto fría y muy influenciada por la presencia paterna a la que el mayor ha estado sometido. Por su parte, Dale, el menor de todos, mentalmente débil y que utiliza una cámara de vídeo como vehículo de control emocional, se alegra de verle con toda la sinceridad de su corazón, y es el único que no entiende el rencor y la hostilidad que se respiran, y que en poco tiempo harán insoportable la situación, por lo que poco después del funeral, Hank intente huir de nuevo como lo hizo en su día, pero una nueva llamada de su hermano, le hará quedarse, porque su padre necesita un abogado. 

"No se puede cruzar dos veces el mismo río" dice el proverbio, y tiene razón, que para eso es un
proverbio. Hank huyó de su casa siendo poco más que un adolescente y, desde entonces, sólo ha cosechado éxitos. Estudió Derecho (como su padre), quedó el primero de su promoción, se hizo un nombre como abogado, ganó caso tras caso... pero emocionalmente, está vacío. Hank comienza la cinta como un cínico que además se vanagloria de ello, convencido de que es su cinismo el que le ha hecho triunfar. Cuando la vida le da la bofetada, se da cuenta en realidad de que todo lo que tiene, no importa tanto como él pensaba. Su mujer es guapísima, sí, pero no siente ya hacia él ningún amor y le engaña con otro hombre. Tiene una hija que le adora, y a quien él quiere muchísimo, pero de quien apenas sabe nada. Su vida, ha sido su trabajo, la apariencia y la presunción. Vivir alimentado de la envidia que sabía que inspiraba y de la satisfacción de su propia vanidad, han sido los motores que le han hecho moverse, pero no avanzar. 

El juez su padre, por su parte, es un hombre de una gran sabiduría, no sólo concerniente a su profesión, sino a la vida en general, pero cuyo sentido de la rectitud le impide tener la empatía necesaria para perdonar. Pasen los años que pasen, él sigue viendo a sus hijos como niños, y por lo tanto, inmaduros. Para él, su hijo mayor siempre será su obra, su muchacho, su perfección; el hijo pequeño es aquél al que más quiere porque es el que está desamparado por su condición, el que le despierta la ternura... Hank, el mediano, es el golfo calavera y tarambana cuyo descarrío provocó aquello sobre lo que todos desean pasar página, y a lo que nadie quiere enfrentarse. Esa ausencia de enfrentamiento, envenenó en su día la relación familiar cada vez más, hasta que Hank no pudo soportarlo y se marchó. Para el Juez, eso es sólo otra muestra más de la volubilidad de carácter y la inconstancia de su hijo mediano. No se le ocurre pensar que él pueda tener parte de culpa; él es el padre, el patriarca, el juez... él es perfecto. En el fondo de su corazón, sabe que ni remotamente es así, pero piensa que esa es la imagen que debe dar a sus hijos.


Cuando Hank se dé cuenta de que su padre le necesita como abogado para salir del paso, intentará primero llevarlo todo de manera profesional, pero enseguida se dará cuenta de que su padre, no va a permitírselo. Junto a la terquedad de su progenitor, Hank tendrá que hacer frente a toda su adolescencia echándosele encima de golpe. Decía Íñigo Balboa (El Capitán Alatriste) que "la verdadera patria de un hombre, es su niñez", y aquí Hank se dará cuenta de que es cierto. A cada paso que da, se encuentra con recuerdos, algunos más dulces que otros, y tendrá que hacerles frente y darse cuenta de cuánto ha perdido con su huída. 

El juez, es una cinta del año 2014 que juntó a dos titanes de la actuación, uno clásico (Robert Duvall) y otro moderno (Robert Downey jr.), en una historia agridulce como lo es la vida misma, en la que, sin moralinas ni artificios, nos presentan la historia de una familia que tiene que dar un Paso, y necesitan estar juntos para ello. Es posible que el guión sea un poco predecible, un poco demasiado centrado en la pareja que lleva el peso del mismo, pero en conjunto, es una película que deja un buen sabor de boca. Ahora, es una cinta de comedia dramática con alma de telefilme que puede hacerse aburrida si no sabes qué vas a ver, tiene escasos golpes de humor, y es la seriedad y el desencanto quienes llevan la voz cantante, por más que se deje sentir la nota de esperanza y la amabilidad. Dura algo más de dos horas, no es para ver con niños a no ser que quieras matarlos de aburrimiento, pero les encantará a tus padres. Cinefiliabilidad 8.

Nota curiosa: la mención a Atticus Finch en cierto momento de la cinta, no es en absoluto una casualidad. Os recuerdo que era el abogado protagonista de la película Matar a un ruiseñor, en la que también salió un entonces casi desconocido y jovencísimo Robert Duvall, ¡os dejo imaginar si hace tiempo de ello!



"Carlo, no me digas que no fuiste tú. Es un insulto a mi inteligencia". Si no coges ésta frase, tienes que ver más cine.