—...y que tenga luces de neón a los lados. También quiero una lámpara de lava en color rojo, o verde. Casi mejor en verde. Definitivamente, verde. Una cosa que me haría mucha ilusión, sería vender cincuenta mil ejemplares de cada uno de mis libros, y firmar en la Feria del ídem, o en algún centro comercial; si pudieseis conseguirlo, me haríais muy feliz, y prometo no pedir nada más si lo conseguís. Pero si no lo conseguís, no importa, porque entonces también quiero un juego de té de Alicia en el País de las Maravillas. Hay uno de Disney y otro inspirado en las ilustraciones originales de John Tenniel, y me da igual el que sea, porque me gustan los dos. Así que lo ideal sería que me trajerais los dos. He pensado que la lámpara de lava, mejor en violeta. Sí, decidido, violeta. Y como este año me he portado muy bien, también me gustaría otra cosita de nada que... ¡Mmmmmmhmmmhhh...! — Ese ha sido ZombiD, que me ha atacado vilmente por la espalda y me planta un beso de esos que hacen que me ponga como un tomate. Cuando me suelta, apenas puedo respirar.

     —¿De veras quieres pedir tantísimas cosas? Luego no paras de quejarte cada vez que hay que limpiar el polvo — me susurra. —. Piénsalo: vives en una preciosa mazmorra, rodeada de amigos, de libros, y siempre tienes un fuego encendido, un plato caliente, y -modestamente- un buen compañero a tu lado. ¿De verdad te hace falta pedir más?

     —D, mi vida... — enrosco mis dedos en su larga coleta rojiza — ¿Eso significa que puedo quedarme yo con tu regalo?

     —¡Ni de coña!

     ...Así es la Navidad. Tiempo a la vez de amor, generosidad, desprendimiento, y codicia. Y con frecuencia, las películas o especiales navideños suelen hacer demasiado énfasis en lo primero y obviar lo segundo, que también es importante. Por eso hoy vamos a corregir ese error y vamos a hablar de especiales navideños que muestran una cara mucho más realista de las fiestas. Hoy, en Ratones de cine: series freak salvajes navideñas.



 
 En casi todas las series, en mayor o menor medida, nos ponen especiales navideños; un capítulo especial, no necesariamente de mayor duración pero sí con frecuencia, en el que nos muestran cómo los personajes viven tan especial fiesta. Carlitos y Snoopy, Garfield y hasta Alf y el dr. House tuvieron sus especiales navideños, pero ya he dicho que hoy vamos a ocuparnos de algo mucho menos azucarado. En concreto, de Mr. Bean y La pareja basura.

     El genial personaje creado por Rowan Atkinson no necesita presentación; ruín, tacaño, receloso y rabietas, pero muy ingenioso, Mr. Bean no es ajeno al encanto de la Navidad, y nos hará reír a carcajadas en las peripecias que vive para adornar su casa y cocinar, siempre intentando gastar lo menos posible tanto en dinero como en esfuerzo, y siempre dejando su impronta en todo lo que hace. En un episodio en le que la hilaridad no deja espacio para la ñoñez (de la que otras series suelen abusar durante esta época), Bean se pasea por el centro comercial decorado y, como el niño grande que es, no puede evitar ponerse a jugar con las figuritas del Belén, en una secuencia que ya se ha hecho histórica:




     No obstante la maravillosa comicidad, en este episodio vemos toques de Mr. Bean que, precisamente por lo egoístas (¡y hasta crueles!), resultan deliciosamente refrescantes en lo que a sentimientos navideños se refiere, y a la excelente construcción del personaje. en concreto, en cierto momento del metraje, un grupo de niños acude la puerta de Bean a cantar villancicos, y éste, después de escucharles mientras come bombones, se dirige hacia la puerta llevando consigo la caja, como si fuera a darles algún dulce a los niños, pero en lugar de ello, les cierra la puerta en las narices sin más. Poco más tarde, su novia, decepcionada por el tristérrimo regalo que ha recibido de él, abandona la casa sin decirle ni adiós. En ambos casos, Bean no se regodea con lo sucedido, ni parece entender tampoco la reacción airada de su novia. Vemos así que el personaje no es intrínsecamente malvado, como a veces han dicho ciertos críticos, sino sólo despistado. Su manera de pensar no suele incluir la generosidad, porque a su vez no está acostumbrado a que nadie piense en él. A través de los episodios le hemos visto dedicarse tarjetas de cumpleaños a sí mismo y sacarse las fotos también él (si hubiera justicia en éste mundo, habría que reconocer a mr. Bean como el inventor del "selfie"); está tan habituado a estar solo, que no se le ocurre pensar en los demás seres humanos que comparten el mundo con él, y ha interiorizado la manera en la que el mundo actúa con él, a su propia manera de actuar él con el mundo. No obstante, cuando alguien llama su atención o le hace pensar, Bean no duda en ponerse en ridículo o hacer lo que sea preciso para ayudar al prójimo. No se trata pues, de un egoísta, sino sólo de una persona que ha pasado demasiado tiempo en su propia y única compañía.


    "Feliz Navidad, Mr. Bean" es un episodio muy divertido y muy tierno, que no sólo nos hace reír, también pensar. Rowan Atkinson nos demostró en este espacio cómo un personaje tan -en apariencia- desagradable, podía tener un fondo tan enternecedor y llevarnos a sentir compasión por él, precisamente porque su manera de actuar no nos mostraba a un villano, sino a un hombre normal, que no sabía ser amable o generoso porque no tenía a nadie que le hubiera enseñado a ello. En ese aspecto, sin ser dulzón ni sensible, no deja de tener ese sabor melancólico navideño.

     Muy distinto es el especial navideño de La pareja basura, "Sagrado". Protagonizada por Rik Mayall y Ade Edmonson (que a su vez compartieron reparto con Rowan Atkinson en varios episodios de otra grandísima serie británica, BlackAdder, La víbora negra), La pareja basura es una serie de culto, desgraciadamente poco conocida en nuestro país, que fue emitida sólo en una ocasión por Canal Plus, y ni siquiera en su totalidad. En la televisión autonómica catalana sí fueron emitida las tres temporadas completas. En la serie, los protagonistas Richie y Eddie (Mayall y Edmonson respectivamente) son dos solitarios fracasados y llenos de frustraciones que intentan paliar como pueden, generalmente viendo la tele, bebiendo y peleándose, y que ven hundirse todos sus intentos por conseguir algún dinero, compañía femenina, o éxito en cualquier cosa. Sobreviven en su mugriento piso a base de rapiñar algún dinero de subsidios, préstamos, apuestas, robando la compra a las viejecitas y pinchándole el gas a los vecinos. Para este par de miserables, ¿qué sucede cuando llega la Navidaaaad...?


  En este caso, el episodio está dividido en dos partes muy bien diferenciadas. En la primera de ellas, vemos la celebración propiamente dicha, en la que Richie, para presumir de regalos ante su amigo (...bueno, de alguna manera hay que designarlo), envuelve todos los ingredientes de la comida de Navidad como regalitos para él mismo, y se pasa dos horas desenvolviendo, con impostada ilusión, todas las coles de bruselas, una a una. Eddie, por su parte, prefiere seguir durmiendo, pero se deja arrastrar por la celebración con actitud de "con tal de que se calle", y participa en un intento de adornar la casa, cocinar y preparar un postre navideño. Para que la comicidad sea acorde a los personajes, el humor físico abundará durante todo el episodio, con un sinnúmero de peleas y accidentes domésticos, y donde un postre flameado puede convertirse en un arma de destrucción masiva.

   En la segunda mitad del episodio, pasada ya la cena, alguien deja a un bebé en la puerta del piso.
Pese a las reticencias de Eddie, Richie decide quedárselo y que lo adopten y, puesto que es el día de Navidad y él es virgen como el aceite de oliva, llega a la peregrina conclusión de que el bebé es la segunda venida de Jesucristo. Si a alguien se le ocurre mencionar "corrección política" u "ofensa a los sentimientos religiosos", por favor, que se vaya de mi mazmorra y NO VUELVA. Gracias. En este caso, Richie y Eddie nos dieron una demostración de episodio navideño muy a su manera, como lo hacían todo. El episodio no sirve para que nadie se redima, ni aprenda nada, ni ninguna de esas bobadas que nos muestran en otras series predecibles; en este episodio simplemente les vemos ser ellos mismos, como son habitualmente, pero en un escenario navideño. Eddie, pachorrón y aprovechado, sólo desea que le dejen en paz, beber, ver la tele y vegetar, lo último que quiere son responsabilidades de ningún tipo, y eso implica cosas como "poner la mesa". Richie, mandón y con un concepto de sí mismo elevado en exceso, se obstina en que todo sea una navidad ideal de película, pero la cruda realidad (y Eddie) le golpearán una y otra vez. Ansioso por sentirse único y especial en un mundo de malos, no dudará en creerse su propio cuento y convencerse de que es la nueva Virgen María. Claro está que no será así, pero, por una vez, y dado que era Navidad, el episodio terminó bien para Richie y Eddie. Y si tenemos en cuenta que el "terminar bien" consiste en que lograron ver un pecho, ya veis qué bajos tienen los parámetros y con qué poquita cosa se les hace felices.

    Episodios navideños memorables hay muchos, y los citados no son los únicos. En otras series cómicas, la presencia de Santa Claus en los especiales navideños podía estar más o menos velada, pero no dejaba de ser una constante. En la serie de los ochenta Juzgado de guardia, genial serie cómica donde las haya, ya había aparecido algún personaje que decía ser Dios. Al situar la acción en una corte nocturna donde abundaban los chiflados, su presencia no parecía nada del otro jueves, pero hacía cerrar el metraje con un interrogante debido a ciertos acontecimientos, cuando menos, dudosos. En el especial navideño, un viejo conocido del Juez Harry, residente en el psiquiátrico, hablaba constantemente de un amigo suyo que tenía que llegar. Al finalizar el episodio, el anciano saludaba al juez por la ventana de su despacho y le decía que su amigo al fin había llegado y que le acercaría a casa. Todo podría ser normal, de no ser porque el despacho de Harry estaba en el piso octavo. Ya supondréis que se oían cascabeles.

 
Finalmente, y hablando de rarezas navideñas, no puedo evitar citar una en particular, a pesar de que no se trate de una serie. Se trata de una de las peores películas de la historia y, a pesar de que la competencia está durilla con las adaptaciones de fenómenos de la litebasura, yo creo que podría muy bien rondar los primeros puestos. Se trata de Kirk Cameron salva la Navidad. Admito que no he logrado verla entera (ni creo que lo consiga para el año que viene; hay cosas que no aguanta ni mi cerebro, y mira que está bien entrenado), porque es más aburrida que pedida hacer de encargo. Espera... es que la pidieron hacer de encargo. Quizá no tan aburrida, pero pedida de encargo, SÍ. Por los mormones. Cameron es mormón, criado por padres ultrarreligiosos y, una vez se acabó su papel en la serie Los problemas crecen, se ha dedicado a dirigir, producir y protagonizar "cine cristiano", esto es, películas hiperñoñas en las que no puede existir la violencia, ni la homosexualidad, ni la sexualidad, ni la infidelidad, ni las relaciones prematrimoniales, ni nada que sea contrario a la interpretación casi literal de la Biblia. O sea, que hasta los Teletubbies suspenden, y Caillou quizá pase justito. La cinta, rodada a medio camino entre el docu-reality y un vídeo barato promocional de empresa, se apoya en una idea muy ligera para rebatir las objeciones que alguien pueda ponerle a las navidades. No os recomiendo que la veáis nunca, pero que sepáis que existe. Y que hubo gente que pagó por verla.

    Hasta aquí, nuestro especial de series freak salvajes y rarezas navideñas. A mí sólo me resta desearos que tengáis navidades, al menos, un poquito más felices que los protagonistas de este artículo. ¡FELICES FIESTAS A TODOS!


Queridos Reyes Magos: como este año me he portado muy bien, os escribo la quincuagésima carta para...